Dicen por ahí que todas las historias ya fueron contadas, que no queda nada por descubrir. Por eso, más allá de los aspectos técnicos lo que hace mejor o peor, en este caso una película, es la forma en la que está narrada. Y algo de eso debe haber, porque a pesar de que la trama en la que se asienta Asalto a la Casa de Moneda, la hemos visto en infinidad de ocasiones, su desarrollo no deja de ser placentero, y hasta por momentos entusiasta.
Y en eso tiene que ver directamente la mano del director Jaume Balagueró, que ha volcado su habitual solvencia a un divertimento que no intenta reinventar nada, solamente ser lo más honesto posible para con el género que representa.
La fama de inviolable de la cámara acorazada del Banco de España (objetivo también en La casa de papel) es lo que desvela a Walter (Liam Cunningham), un cazador de tesoros al que el gobierno le sacó de las manos un cofre con tres monedas que tienen escritas las coordenadas para hallar el tesoro perdido del pirata británico Francis Drake. Las piezas fueron puestas a resguardo en el mencionado banco, por lo que el plan es vulnerar el lugar y conseguir lo imposible. Para ello Walter convence a Thom (Freddie Highmore), un chico con una habilidad única para encontrar la solución a cualquier contingencia, a que se una a su equipo, que se completa con Lorraine (Astrid Bergés-Frisbey), James (Sam Riley), Klaus (Axel Stein) y Simón (Luis Tosar).
La idea es usar como distracción la actuación local en la Copa del Mundo de Sudáfrica (la acción transcurre en 2010), por lo que el robo deberá cumplimentarse dentro de los 90 minutos que dure el encuentro final entre España y Holanda.
A partir de ahí todo lo que se puede esperar de una película a lo Ocean’s Eleven está: los cambios de planes, la desazón por un problema clave que se resuelve de casualidad, las diferentes personalidades del equipo que terminan chocando, el histeriqueo con la única chica del grupo y un jefe de seguridad que no se ríe nunca (el español José Coronado) como antagonista.
Igualmente, a diferencia de propuestas similares, Asalto a la Casa de Moneda tiene un sabor local que hace la diferencia. Que los acontecimientos estén estrictamente vinculados al devenir del equipo español en el mundial no deja de ser un rasgo localista que, al menos de este lado del globo, despierta empatía. En esa misma línea, pero sumergiéndose más profundo, está el MacGuffin (Alfred Hitchcock dixit) de las tres monedas y el tesoro de Drake, un corsario inglés que existió y fue un dolor de cabeza para España y sus riquezas. También está el hecho de que la verdadera bóveda tiene un sistema de seguridad de similares características al presentado en el film, valor agregado que aporta su cuota de verosimilitud al relato.
Estarán, por supuesto, quienes pondrán el grito en el cielo al ver cómo un artesano del terror ibérico de la talla de Balagueró (la saga de REC, Mientras duermes, Musa) abraza un cine comercial escapándole a la impronta que lo hizo famoso. Pero quienes caigan en tamaña superficialidad se perderán de disfrutar una historia bien contada, bien filmada, y con la única pretensión de alcanzar el más puro disfrute. Más que suficiente.