La nueva adaptación de la novela de Agatha Christie, Asesinato en el Orient Express, a cargo de Kenneth Branagh, utiliza un gran despliegue visual y actoral para modernizar un clásico atemporal. La cuarta versión para las pantallas (sin contar el videojuego del 2006) de una de las novelas policiales más populares del Siglo XX, se presenta como un tanque cinematográfico destinado a un público adulto. Algo bastante atípico en una era en la que el público que manda en la taquilla parece ser el adolescente. No obstante, se nota un claro intento por modernizar el asunto, sin necesidad de cambiarlo de época.
El primer indicador de esta dualidad entre lo adulto y lo moderno lo tenemos en la elección de su director. Kenneth Branagh es, ante todo, un artista ecléctico, algo errante, pero sin dudas con un prestigio ganado sobre todo durante los años noventa. Sus adaptaciones de la obra de Shakespeare como director y/o protagonista, le valieron la fama de saber llevar el clásico al público masivo. También hizo lo propio con el Frankenstein de Mary Shelley, Harold Pinter, Charles Perrault, y la ópera de Mozart y Schikaneder. Casi que el hombre es infalible en adaptaciones populares, y con la obra de Christie vuelve a confirmarlo.
Con un elenco numeroso sacándosechispas que incluye a Johnny Depp, Michelle Pfeiffer, Judi Dench, Daisy Ridley, WillemDafoe, Penélope Cruz, Josh Gad, Derek Jacobi, y Olivia Colman, entre otros, sumados al propio Branagh en el rol central. Hay actores como para todas las generaciones; y el director de Thor se encarga de darle lucimiento a todos, por separados y juntos.
Asesinato en el Orient Express cuenta con otra arma fundamental, un metraje original de 65mm, el mismo utilizado en Dunquerque o en Los ocho más odiados. Este sistema le otorga una pantalla infinita, convirtiendo al asunto en una verdadera experiencia cinematográfica digna de ser vista en sala, y en una de las grandes.
Branagh se vale de los 65mm en esplendorosos planos secuencia, en tomas en las que incluye a la mayor cantidad de personajes posibles, y haciendo uso de la profundidad (sin necesidad de ningún 3D ni nada) plagar todo de detalles para que nuestros ojos se pierdan.
Visualmente estamos frente a una película con una estética clara y decidida en la que se nota mucho profesionalismo. Será en el ritmo de la narración cuando mayor modernismo notemos. Si bien el texto de Christie es ágil de por sí, lo cual quedaba claro en la clásica adaptación de SidneyLumet de 1974; aquí hay un montaje que agiliza más el asunto, no se nos permite aburrirnos manteniendo siempre el interés con escenas en las que permanentemente sucede algo.
Lo mismo podríamos decir de la construcción de diálogos, nunca aletargados, siempre precisos y necesarios para la comprensión de lo que sucede.
Branagh toma la apuesta como el detective HerculePoirot, autoproclamado elmejor detective del mundo. Un hombre tan atento a los detalles, como a mantener en alto su autoestima. La figura rubia y de cuerpo grande de Branagh no es la que normalmente se asocia a la figura de Poirot.
Los característicos bigotes del personaje se notan más caricaturescos que nunca, casi que pensamos que puede ser Yosemite Sam. Sin embargo este cambio físico, que puede descolocar, va acompañado de una interpretación correctísima del actor de Mucho ruido y pocas nueces; y entre ambas colaboran con el clima juguetón que se le quiere imprimir a la propuesta. Asesinato en el Orient Express traspasa ambos climas, comienza como una comedia con algo de policial para de a poco, con una transición correcta, ir dejando paso al verdadero policial con tonos dramáticos.
En el conjunto es una obra de clima siempre acertado. Branagh fue siempre buen director de actores. Todo el elenco se luce, y si bien ninguno es protagonista (salvo él, claro está), todos tienen sus momentos.
Algunos como Judi Dench, Derek Jacobi, o WillemDafoe repiten sus personajes clásicos y actúan de taquito; otros como Daisy Ridley, Penélope Cruz, u Olivia Colman se prueban dentro de un elenco superestelar, y salen más que airosos. Ninguno se encuentra por debajo del resto. Si el espectador está atento, dilucidar quién es el responsable del asesinato de Edward Ratchett puede llegar a ser una experiencia posible de lograr antes de tiempo. Sin embargo, no deja de ser un placer entregarse al juego deductivo de Poirot y sus entrevistas con cada uno de los personajes.
Asesinato en el Orient Express no entrega nada original ni que no se haya visto antes, pero lo hace de un modo elegante, visualmente virtuoso, y con un elenco numeroso sin fallas. Quizás no esté a la altura del clásico de Lumet, ni nos lleguemos a olvidar del Poirot de Albert Finney, pero el entretenimiento durante dos horas está asegurado.