TODOS SON CULPABLES HASTA QUE SE DEMUESTRE LO CONTRARIO
Kenneth Branagh quiere revitalizar un clásico, pero lo logra a medias.
“Asesinato en el Orient Express”, tal vez no es la mejor novela de Agatha Christie, pero sí una de las más renombradas y exitosas de todos los tiempos, en gran parte, gracias a su primera adaptación cinematográfica cortesía de Sidney Lumet y un elenco casi inigualable que incluye a Albert Finney como Hercule Poirot, Lauren Bacall, Ingrid Bergman, Jacqueline Bisset, Sean Connery, Anthony Perkins y Vanessa Redgrave, entre otros.
El tren en cuestión –uno de los más lujosos del mundo- dejó de funcionar hace más de quince años, pero Kenneth Branagh decidió traer un poco de esa opulencia y misterio tan propio de la década del treinta hasta nuestros días, para sorprender a una nueva generación de incautos con la resolución de un crimen tan rebuscado como espeluznante.
Branagh se aleja por un rato de los relatos shakesperianos y se sumerge de lleno en una narración tan pintoresca y meticulosa como su protagonista, que deliberadamente se aleja un poco (no mucho) de la obra original para darle un ritmo acorde al siglo XXI y a las audiencias que necesitan más acción que palabras.
“Asesinato en el Expreso de Oriente” (Murder on the Orient Express, 2017) brilla desde lo visual y su puesta en escena capturando la exuberancia de la época; la maestría de su director para captar los detalles -incluso en los estrechos pasillos de un tren- o los elegantes planos secuencias; y un cast que está bien a la altura de las circunstancias. Branagh encabeza el elenco en la piel del famosísimo detective belga, acompañado de nombres como Penélope Cruz, Willem Dafoe, Judi Dench, Johnny Depp, Josh Gad, Derek Jacobi, Michelle Pfeiffer y Daisy Ridley, entre otros.
Tras un prólogo agregado, ambientado en la ciudad de Jerusalén en el año 1934, que lo encuentra investigando un simple caso de robo, el detective se decide a tomar unas merecidas vacaciones en Estambul, las cuales son interrumpidas por la urgencia de un nuevo asunto que lo obliga a volver a Inglaterra lo antes posible. La ruta más corta, y acogedora, parece ser el Expreso de Oriente, una formación cuyo pasaje incluye a miembros de la aristocracia y millonarios en ascenso.
Entre ellos, Edward Ratchett (Depp), un comerciante de arte norteamericano que, tras recibir varias amenazas de muerte, decide contratar los servicios de Poirot, algo para lo que el detective se rehúsa cortésmente ya que este no le inspira confianza.
Durante la segunda noche del viaje el tren queda varado en medio de una avalancha, y mientras esperan que vengan a despejar las vías y reacomodar la locomotora descarrilada, descubren que Ratchett fue asesinado en su camarote durante la madrugada. A Poirot sólo le queda una alternativa: encontrar al culpable y reafirmar su calificación de “mejor detective del mundo”.
Lo que sigue es una serie de interrogatorios a los pasajeros del vagón que podrían estar involucrados. Todos parecen tener algo que ocultar, todos son sospechosos y, en muchos casos, existe una extraña relación con un resonado caso criminal ocurrido años atrás en los Estados Unidos. Pistas, conjeturas, testimonios… De apoco, todo se va hilando, o no tanto, sumergiendo a Poirot es un cao más complicado de lo que parece ser a simple vista.
Sí, todo es un tanto rebuscado, pero así lo escribió la autora en 1934. Un relato que cobra sentido al final y, al mismo tiempo, trae aparejado un dilema moral que pone a prueba al metódico detective. Branagh es encantador y cortés, aunque carece del atisbo de sarcasmo de varios de sus congéneres que se calzaron los famosos bigotes antes que él; pero también es mucho más activo (el físico lo favorece) y emocional cuando la trama lo necesita. Es el único que realmente se destaca en un elenco coral plagado de grandes actores “de reparto” que aportan sus momentos y sus coartadas a este complejo rompecabezas que, por momentos, no queda del todo claro.
Es complicado despegarse de las comparaciones, sobre todo con un clásico como el de Lumet de referencia, pero igual “Asesinato en el Expreso de Oriente” se convierte en una adaptación entretenida y modernizada que amplía el espectro y la historia de Christie, suma humor y tensión, y hasta se atreve a insinuar una “secuela” basada en otro de los famosos casos del detective.
Pero la película destaca mucho más por lo visual (sus planos impresionantes, su vestuario y la puesta en escena en general) que por la reversión de una historia conocida, al menos, por cierta parte de la audiencia. Funciona muy bien para los “no iniciados”, aunque le sentaría mejor una narración más clásica que se guarde las revelaciones para el final, una característica tan propia de la escritora y su personaje. Branagh y el guionista Michael Green (“Logan”, “Blade Runner 2019”) se lo dejan más fácil al espectador, fragmentando la información y minimizando la “sorpresa”, no dejan mucho lugar para que la audiencia juegue al detective, interrumpiendo la linealidad con toscas escenas de acción que nos apartan del encierro del tren y esa sensación de estar varados en el medio de la nada donde nadie puede huir ni esconderse, que nos daba la novela.