EL HÉROE MELANCÓLICO
Siendo Asesinato en el Expreso de Oriente un clásico whodunit (Who has done it? ¿Quién lo hizo?) era un verdadero misterio saber cómo se podía llevar a la pantalla un best seller de ese género que a su vez se ha llevado a la pantalla. Quien haya leído la novela de Agatha Christie (publicada como tan el 1934) o visto la película de 1974, jamás olvidará la resolución de la historia. ¿Si la respuesta al enigma principal se conoce, qué queda? Más allá de apostar a los cientos de miles que jamás leyeron el libro o han oído hablar de la escritora o de una película basada en su texto, queda claro que si este film no aportaba algo nuevo, quedaría para muchos como un mero ejercicio de género sin mayor profundidad. Pero la sorpresa es que de este encierro aparente, Branagh sale más que airoso, directamente sale consagrado. Asesinato en el Expreso de Oriente (2017) es una verdadera obra maestra.
Tan notable es la esta nueva versión de la historia que la resolución del crimen pasa a un absoluto segundo plano en lo que a sorpresa se refiere. Es difícil, de todas maneras, saber cómo se ve esta película si uno no sabe el final. Pero mientras que la versión de 1974 era aburrida y superficial, el film de Branagh es de una profundidad y un nivel de emoción que incluso supera a la novela de Agatha Christie. El director y el guionista ponen todo el énfasis en dos cosas: el personaje protagónico, Hercule Poirot (interpretado magistralmente por Branagh) y la tragedia horrible que dispara todo el conflicto del film. Ver más de una vez Asesinato en el Expreso de Oriente confirma que no importa saber quien lo hizo ni como lo hizo, el crimen es una excusa para tratar otros temas.
Poirot es presentado de forma jocosa y espectacular, a la vez que se establece su moral, sus ideas del mundo y su concepción de la justicia. El detective busca desesperadamente el equilibrio, lo perfecto, lo simétrico, lo que es correcto. Pero desde el comienzo muchas señales indican que el mundo es imposible de controlar, aunque se puedan resolver los enigmas. En los primeros minutos de película, y muy al estilo Branagh, hay un gran despliegue visual, un montaje veloz y también mucho humor. Poirot resuelve en caso y allí queda claro la talla de su talento como detective. Ahí recibirá una notificación para volver urgente a Londres, lo que lo colocará, gracias a un amigo, dentro del Expreso de oriente. Esto lo sumergirá en el asesinato que da título a la película y que será un antes y un después en su carrera.
Olvidémonos de la novela, de otras adaptaciones, esta nueva versión tiene vida propia y puede y debe ser interpretada como una obra completamente independiente y solitaria. La información está en la película, no necesita referencias ni otros datos. Poirot es el mejor detective del mundo, eso queda muy claro, es un obsesivo por la perfección y el equilibrio, también queda claro. No acepta trabajar para un hombre de dudosa moral cuando dentro del tren le ofrece que lo ayude a saber quien lo amenaza. “Existe el bien y existe el mal, y no hay nada en el medio” dice el detective al comienzo de la trama. Es un héroe que lucha por equilibrar un mundo desequilibrado. Ve el crimen como una falla del sistema que debe ser corregida. Este héroe antiguo, de otra época, encuentra en el Expreso de oriente un marco ideal. El tren es el lugar perfecto, con el menú perfecto, bello, pulcro, sofisticado, impecable. Como ese bigote que Poirot intenta cuidar como una obra de arte, el tren es un viaje a otra época, la película enfatiza mucho su condición de pieza fuera de tiempo. Pero el crimen lo cambiará todo. El tren se descarrila, el mundo de Poirot entrará en crisis y el detective se verá obligado a resolver el crimen pero también a cargar sobre sus hombros el máximo sacrificio.
Apasionado y entretenido con su novela de Charles Dickens, Historia de dos ciudades, guardando el retrato de una mujer amada pero lejana, el melancólico Poirot encuentra su felicidad en el restablecimiento del orden, en el equilibrio de la balanza. Toda la película está teñida de una profunda melancolía, reflejo de su protagonista. Clásica y fuera de moda, Asesinato en el Expreso de Oriente es un objeto proveniente del pasado, para una sensibilidad romántica ya olvidada. Pero a no confundirse, porque estéticamente la película tiene una narración clásica pero un estilo que sin problemas se integra al cine actual. Los actores, que parecían invitados a hacer cada uno su show, se comportan de forma sobria y equilibrada, al servicio de la trama y no buscando su lucimiento personal. El guión usa dos o tres trucos para que no sea tan fácil resolver el crimen y se las ingenia para que todo tenga un mínimo de lógica para los espectadores actuales. Con un poco de suerte, los espectadores serán capaces de disfrutar y valorar a estos personajes nacidos en otra época, en un mundo diferente al que vivimos hoy, aunque no ajeno a nuestras propias angustias.
Algunos detalles estéticos de Branagh son un poco preciosistas y distraen, pero varios de ellos están relacionados con algunas ideas religiosas que el realizador busca agregarle a su historia. El Hercule Poirot de esta película es el gran personaje cinematográfico de este año. Un héroe melancólico de estilo fordiano. A nadie, tanto como a él, le afecta tanto la resolución del crimen. La resolución del misterio lejos de ser una sorpresa, es una enorme suma de emociones. Puede sonar raro, pero entre lágrimas –aun sabiendo cómo termina la historia- se va terminando de armar el rompecabezas que explica que fue lo que pasó. El ingenio de Poirot se despliega en la simpática escena inicial, pero en el final esto cambia por una mirada mucho más oscura y amarga. No solo renuncia a sus creencias, sino que también debe ocultar la forma brillante en la que resolvió todo. El fin de las certezas, el fin del blanco o negro, pero a la vez la confirmación de que el heroísmo todavía es posible. Lo era en la época en la que transcurre la película, lo puede ser aun hoy en la película de Branagh.