Narra el surgimiento de Mitch Rapp (Dylan O'Brien) como recluta de la CIA, bajo las instrucciones del veterano de la Guerra Fría, Stan Hurley (Michael Keaton).
Antes fuimos testigos de las causas que lo motivan, tras el asesinato de su futura esposa, entre muchos otros muertos en un ataque terrorista, encuentra en la venganza la estimulación necesaria para convertirse en una maquina asesina.
Ambo son convocados por la sub/directora de la CIA Irene Kennedy (Sanaa Lathan) para investigar una ola de aparentes ataques al azar a objetivos tanto militares como civiles. Juntos descubren un patrón en la violencia que los lleva en una misión en conjunto con una agente letal Turca (Shiva Negar) para detener a un misterioso agente (Taylor Kitsch), en realidad ex agente, que intenta iniciar en el Medio Oriente una guerra de proporciones mundiales.
Basada en una de las novelas Vince Flynn, que conforman una saga en si misma, la película intenta sin lograrlo, ni siquiera acercarse, combinar la saga de Jason Bourne con Matt Damon, desde principios y desde la estructura del desarrollo del personaje, mezclado con la franquicia “Búsqueda implacable” (2008, 2015), con Liam Neeson. En tanto esa “supuesta” motivación. El punto es que Dylan O'Brien no es ni uno ni otro, mientras el texto, en tanto guión, hace agua pòr todos lados.
El mayor y primer problema es la instalación de un verosímil, que no sucede, que además se sostenga desde el desarrollo, progresión, y la imperiosa necesidad desde la actuación que nunca se logra.
El filme es todo, o casi, adrenalina sin sentido, demasiado de formula, muy maniqueísta, los malos son más malos que la peste, los buenos son un parangón de la Madre Teresa de Calcuta. Todo un archivo de lugares comunes.
Michael Keaton hace lo que puede con lo que le toca, eso no lo salva del incendio, repitiendo rostros de constipado más que de enojado, y simultáneamente Taylor Kitsch poniendo cara “ángel exterminador”, hasta que la locura se refleja en su rostro, todo nada creíble, aunque aparezca como contradictorio.
Muchas escenas de acción bien filmadas desde lo técnico, un buen montaje que se adscribe al genero, lo mismo sucede con la banda de sonido y la dirección de arte, Nada más,
En definitiva, una producción que cansa antes de aburrir, luego logra hacerlo, mientras el espectador sólo abriga la esperanza de la aparición del final, más allá que en su última secuencia quede establecido la realización de secuelas.