Ya sabemos que a Liam Neeson se le dan muy bien los dramas de acción donde generalmente se pone el sayo de (anti) héroe incomprendido, sea manejando un camión en el medio de rutas heladas, u oficiando de asesino a sueldo (con límites), como es el caso de esta película traccionada a acción, en donde además padece principios de Alzheimer. En esta ocasión exteriorizando algo de su culpa, pero Liam siempre genera empatía con el espectador.
Alex es un sicario ya entrado en años, con intenciones de retirarse. Teniendo en cuenta que no se mueve en un ambiente vainilla (por decirlo de alguna manera), indirectamente lo obligan a realizar un nuevo trabajo sucio. Es contratado para asesinar dos personas y rescatar un archivo comprometedor. Todo se complica cuando nota que su segundo blanco es una niña indocumentada (él no mata niños). A partir de aquí, comenzará a investigar y se verá envuelto en un entramado de poder que involucra tráfico de personas y prostitución infantil.
Impactado por el crimen de la niña (a manos de otro asesino), él decidirá vengar esta injusticia. Sumado que sus problemas de memoria se acentúan cada vez más. Así se cruzará en su camino con el agente del FBI, Vicent Serra (Guy Pearce), con quien cooperará para que el caso se esclarezca. Hay muchos “peces gordos” involucrados, por lo que será muy difícil encontrar las pruebas suficientes para comenzar un juicio.
Asesino sin memoria es una película de acción clásica. Es indiscutible el aporte de Neeson en estos casos, que ayuda por demás a llevar adelante una narración que no solo involucra cuestiones morales y de poder, sino también un tema tan delicado como el de la corrupción de menores. Y a pesar de que la búsqueda de justicia de nuestro hombre sin memoria, es para que se visibilice a esas ciento de niñas ultrajadas y también asesinadas de manera horrenda, la cinta no desarrolla en profundidad el tema. O sea, queda estancada en lo genérico, en el thriller policial, cuando argumentalmente tiene mucho más por indagar.