Matando del aburrimiento
Con El cazarecompensas, Encuentro explosivo y esta Asesinos con estilo -y alguna otra que se me debe estar escapando- Hollywood quiso recuperar este año algo de aquel cine ochentoso-noventoso, donde dos estrellas -un hombre y una dama- se veían inmersas en tramas que mezclaban la acción con la comedia y, cuando no, algo de romance que surgía en medio de la aventura y los tiros. Salvo el film de Mangold y Tom Cruise, que funcionaba por medio de la sátira y el despropósito y el ridículo, deberíamos estar hablando de un fracaso de la fórmula. Asesinos con estilo, a pesar de tratarse de una sobre asesinos a sueldo, (chiste malo) no levanta la puntería: atosigada por una mala elección de casting y una indefinición en el tono, el film de Robert Luketic (que va perdiendo lentamente las fichas que se le pusieron luego de Legalmente rubia) termina sepultado por el peso del aburrimiento que genera.
El primero de los inconvenientes que debe sortear el film es su elenco: nadie se cree demasiado que Ashton Kutcher pueda ser un asesino a sueldo; ni siquiera desde un punto de vista paródico: Kutcher es una especie de Meg Ryan masculino que se desvanece en los puros mohines; por su parte Katherine Heigl es una actriz afortunada, que a alguien se le ocurrió que era graciosa y ha logrado aparecer en algunos productos importantes pero que, si funcionan, es porque tienen una contrafigura masculina fuerte: verbigracia Ligeramente embarazada. Desde ahí, Asesinos con estilo avanza sin demasiada convicción con la típica historia del amante que oculta su identidad de asesino o espía o policía o lo que sea, mientras la dama ingenuamente confía en el amor del caballero. La revelación de la identidad del muchacho debería disparar el humor lunático, cosa que aquí nunca ocurre.
Luketic maneja dos posibilidades en su película que podrían haber hecho funcionar las cosas mucho más allá de la medianía con que lo hacen. Cuando se ponga una recompensa para eliminar al asesino que interpreta Kutcher, otros colegas querrán hacerse del dinero. Sorpresivamente, varios personajes que hemos visto hasta entonces se revelerán como sanguinarios matones: esto permite un juego mínimo con el suspenso y una interesante visión sobre cómo en los suburbios existe una sociedad con dobleces y ambigüedades. Y, en segundo lugar, se intenta construir una visión crítica sobre la familia a partir de los padres de ella: los siempre dignos Catherine O’Hara y Tom Selleck.
Y esto último, que podría haber potenciado el interés en lo que se cuenta, se resuelve con una mediocridad y un alto nivel de conservadurismo, donde la familia y los hijos y el matrimonio todo lo pueden: el final es de esos burgueses donde todos terminan alrededor de una mesa o de una cuna. Si a la comedia le faltó disparate y a la acción, espectacularidad, además sorprende la falta de rigor para contar lo que se está contando: cuando Jen (Heigl) descubra cuál es el verdadero trabajo de su esposo, su reacción será la misma que si le anuncian que el fin de semana va a llover; es más, Jen pasa de mujer estructurada e ingenuota amante de su esposo, a Bonnie de un Clyde medio pelo que maneja autos robados en una milésima de segundos y sin despeinarse.
Un dato curioso une a Asesinos con estilo y El cazarecompensas: mientras en la primera actúa Rob Riggle, en la segunda aparece Jason Sudeikis, dos estupendos comediantes con paso por el Saturday Night Live y con mejores experiencias en comedias como Hermanastros o Amor a distancia. Y si bien tanto Riggle como Sudeikis son lo mejor de estas dos películas que les han tocado en suerte, esto es prueba suficiente de en la industria norteamericana también funciona aquella máxima de que “de algo hay que vivir”. Talento desperdiciado.