Mercenarios con cargo de conciencia
Hay películas que funcionan sólo gracias al actor principal y resulta imposible imaginar a otro en ese rol. Pasó con Sylvester Stallone, en Rambo, con Schwarzenegger, en Terminator, con Bruce Willis, en Duro de matar , y pasa en casi todos los largometrajes que protagoniza Jason Statham. El actor inglés es el duro de la generación 2.0 y tiene la virtud de ocupar la pantalla de un modo absolutamente personal.
Asesinos de elite se beneficia con su presencia, aun cuando sea escoltado por Robert De Niro (del que sólo queda su nombre y apellido) y Clive Owen, apto para todo servicio y aquí obligado a mostrar lo que menos tiene: poder de intimidación. Los tres están metidos en una historia compleja, por la red de intereses internacionales involucrados, pero sencilla por sus resoluciones dramáticas y narrativas. Todo se soluciona con tiros, bombas y piñas. La trama es como un laberinto cruzado en línea recta a través de las paredes perforadas.
La historia de Asesinos de elite ya fue contada mil veces: un criminal que quiere retirarse pero no lo dejan. En este caso, Statham interpreta a Danny, un mercenario que decide decir adiós a las armas porque le tiembla el pulso a la hora de matar a un niño en un atentado en México y es salvado en medio del tiroteo por su amigo, Hunter (De Niro). Danny se va a vivir a Australia, en medio del campo, donde conoce a una chica de la que se enamora. Pero el pasado regresa, ahora en la forma de un trabajo extorsivo. Un jeque árabe ha secuestrado a su amigo Hunter y el precio de la liberación es que Danny ejecute a tres miembros de una organización secreta británica, SAS.
Desde la primera escena, las secuencias de acción sólo dan respiro para subrayar los momentos introspectivos del personaje principal, con imágenes nostálgicas y flashes de recuerdos traumáticos. Es como si el director no terminara de convencerse de que ha quedado claro que el hombre es un asesino con cargo de conciencia. Por suerte, todo se pone nervioso de nuevo no bien aparece el personaje de Owen, el coordinador de la SAS, que se transforma en el rival más peligroso de Danny.
Aunque respire hondo, no es la profundidad la mayor virtud de Asesinos de elite , sino las tensiones superficiales de las peleas, las persecuciones y los crímenes, todos ejecutados por hombres que son como juguetes en manos de organizaciones paraoficiales. En la acción es donde el filme expresa mejor la filosofía amoral de todos contra todos y no en las declaraciones impostadas de sus personajes, que defienden valores como la amistad, el amor y los pactos de caballeros.