"Asfixiados": dos a la deriva.
De la maestría hitchcockiana en Ocho a la deriva a la opera prima de Roman Polanski, El cuchillo en el agua, pasando por Terror a bordo, del australiano Phillip Noyce –por nombrar apenas tres títulos muy diversos en la historia del cine–, la apuesta de encerrar a un grupo de personas en una pequeña embarcación en altamar ha rendido sus frutos cinematográficos. Más allá de la figura octogonal, triangular o de cuántos lados se desee, la ecuación suele favorecer la aparición de enconos y pactos, traiciones y empatías, además de potenciar cualquier clase de conflicto previo que existiera entre los personajes, ya sea de índole personal, social o una mezcla de ambas. Asfixiados, salto del realizador Luciano Podcaminsky al mainstream, viene a sumarse a esa lista de relatos opresivos en los cuales las condiciones meteorológicas suelen acompañar las turbulencias interiores de las criaturas humanas. La asfixia del título, entonces, señala no sólo una posibilidad literal y concreta, sino también una condición existencial que la particular situación de encierro al aire libre no hace más que elevar varios escalones.
Leonardo Sbaraglia es Nacho, un productor de cine y televisión que está a punto de cerrar un delicado acuerdo con Natalia Oreiro –a quien puede verse a través de un par de videoconferencias dentro de la ficción, interpretándose a sí misma–, con la intención de protagonizar una serie de alto perfil y presupuesto. Su mujer Lucía (Julieta Díaz) hace rato que no está demasiado feliz con su profesión de dueña de un restó de categoría, y los sueños de dedicarse a la fotografía artística regresan con fuerza desde el pasado. El matrimonio, de larga data, tiene una hija a punto de dejar la adolescencia atrás, y un par de secretos que el viaje en velero terminará de poner sobre la mesa. Así se embarcan Lucía y Nacho, junto con un amigo y su nueva novia (Marco Antonio Caponi y Zoe Hochbaum), para disfrutar de un viaje de varios días lleno de sol, vino espumoso, comida gourmet y, por supuesto, conflictos a flor de piel. De más está decir que nadie parece tener problemas económicos, aunque…
El guion, escrito a ocho manos, refleja con un poco de humor y no demasiada malicia las zonas grises (y también las ridículas) del nuevo rico, el esnobismo cultural y otras yerbas contemporáneas o eternas. Todo es bastante superficial y las reflexiones sobre la vida conyugal y sus miserias no superan el estadio de lo elemental, aunque las vueltas de la trama son relativamente eficaces en términos narrativos y el profesionalismo del reparto mantiene las cosas a flote. Previsiblemente, cuando la tormenta real acecha al velero con riesgo de fatalidad (y el rodaje en locación le cede el lugar al set con efectos visuales), los trapitos ya no pueden secarse al sol, tan húmedos como las olas que golpean el navío cada vez con mayor virulencia. Asfixiados es un producto funcional a sus ideas, ni más ni menos. Profesional, como solía decirse en otros tiempos de acabados técnicos menos estandarizados.