Asfixiados

Crítica de Maximiliano Curcio - Kranear

Mar adentro y en la más absoluta desprotección, la embarcación a la deriva que suele encerrar a un grupo de personajes, aliados o enfrentados, empáticos o en cortocircuito, ha dado réditos a la inagotable creación cinematográfica, conformando un estilo que ha cobrado vida propia como subgénero. Ejemplos abundan, aunque no en el terreno del cine nacional, aspecto que convierte a “Asfixiados” en una de las más gratas y anticipadas novedades que arriban a nuestras salas.

Dirigida por Luciano Podcaminsky (“The Back of my Mind”), esta producción de alto presupuesto, rodada en Montevideo y Punta del Este, alterna locaciones naturales y sets con efectos especiales, resultando en un producto sobresaliente. La premisa argumental nos coloca en el centro convergente de la problemática extrema que arrastra a un matrimonio, luego de veinticuatro años juntos, a punto de replantear la convivencia y su futuro como pareja.

Nacho y Lucía viven, junto a su hija Cami, en una gran mansión, entre los lujos y el confort que la clase alta ostenta, acompasando lo tedioso de la rutina. Un viaje de unos días se presenta como prometedora inyección de aire fresco y energías renovadas. En un magnífico descapotable, mientras suena Charles Aznavour, deleitándonos con “Et Pourtant”, parten por la carretera, a través de un paisaje ensoñador. No estarán solos en la escapada mar abierto: los acompaña una pareja amiga, varios años menor. Detonante inmediato al quiebre que subyace, evidente.

Afines al poliamor, Ramiro y Cleo viven en libertad y espontaneidad la pasión que los une; despojada de cualquier clase de encasillamiento. Se contraponen formas de concebir el amor en pareja. Para la dupla de mediana edad asoma la crisis en la cama, el efecto espejo en la flor de la juventud confronta paradigmas, despierta fantasías en traje de baño y levanta suspicacias.

Terceros en discordia alimentan dudas, ¿qué tiene de atractivo el nuevo chef del distinguido restó? Hay situaciones incómodas: cuando cada polvo se convierte en un drama y los deberes de padre y madre llaman en el momento menos oportuno, el disfrute es ajeno en el cuarto de al lado. Pretextos para desencontrarse abundan, peor es enfrentar la verdad. Si es el momento de confesar alguna aventura, que sea ahora. ¿Veinte años no son nada? Cada uno hace su la suya; ‘vos sabrás, es tu vida’, se dicen mutuamente.

El cielo comienza a oscurecerse y, enfrentando la tormenta en ciernes, parece la armonía haber llegado hasta aquí. Atrapados en la telaraña que alimenta la incomunicación, Lucía y Nacho intentan descifrar el sentido. El diálogo casi siempre termina mal y un secreto revelado, en el momento menos oportuno, amenaza con arruinarlo todo por completo. ¿Quién llevará el timón de este pase de facturas, calenturas, conjeturas y sacudidas?

Luego del éxito de sus dos anteriores films (“Hoy se Arregla el Mundo” y “El Gerente”), Leo Sbaraglia encarna un personaje radicalmente distinto, haciendo gala de su notable histrionismo, en la piel de Nacho. Absorbido por la rutina, este productor de TV trabaja veinticuatro por siete: sumido en su propio mundo virtual, no sabe escuchar, a no ser que se trate de conversaciones laborales que mantiene a través de su celular; casi una extensión de su propio cuerpo.

Leo, ocurrente hasta lo sublime y bendecido con un talento prodigioso, nos arranca carcajadas en la sala a oscuras. Pide, exige y cuestiona desde su oficina en ultramar. Es una cuestión de principios que las cosas se hagan a su tiempo y manera. Todo lo encasilla; las etiquetas a través de las cuales ve el mundo son las que codifican su noción de realidad, para que todo cobre sentido, siempre y cuando no lo obnubilen la bebida y las pastillas.

Sube a cubierta, atiende el llamado del timeline laboral que no espera. La superestrella a la que corteja no puede decir que no. Un writer’s room lo respalda. Tambalea la producción, naufraga en proa la serie. Pero no, no todo está perdido. Díganselo a Francis Ford Coppola en “Apocalypse Now” y aquella producción desmesurada, caótica e improbable.

Cuatro años después de su último protagónico en cine (la excelente “La Forma de las Horas”), la brillante Julieta Díaz retorna a la gran pantalla dándole vida a Lucía. Ella es una mujer de mediana edad en descontento con el rumbo de su vida y su vida de pareja. Y sueña con hacer de la fotografía una forma de vida; también sabe cantar aunque su compañero la desprestigie. No obstante, tímidamente, acompaña como segunda voz en “Adoro” de Armando Manzanero. ¿Qué pasa por la mente de Lucía? Su mirada luce ausente, su semblante deja ver descontento. La apatía se filtra a través de su ser, y es imposible ocultarlo, aun tras sus gafas de sol. Alguna vez fue tapa de revista…pero eso fue hace muchos años, dice. Mérito del amplio registro interpretativo de la enorme Julieta, Lucía desdibuja su sonrisa, completamente ajena a la dinámica diaria que la circunda. Está allí, ¿pero adónde en realidad? El oleaje la marea. En busca de la cresta, presta a tomar velocidad y con la o de destino en sus manos, resguarda un deseo hecho de postergados anhelos.

“Asfixiados”, nutriéndose de tonos de comedia de humor negro y una concepción estética que recuerda a films de corte vanguardista europeo, registra pormernores de relaciones amorosas y la toxicidad que envuelve a un vínculo de dos claramente fracturado. ¿Somos equipo se trata de una performance individual? ¿Qué es amor y qué narcisismo? Táctica y estrategia infalibles con tal de colocar a su par contra las cuerdas, Nacho recurre a la manipulación y al egocentrismo. Maquiavélico, abunda lo que suele ocurrir cuando un vínculo se agrieta en desconfianzas. Llueve sobre mojado, hay síntomas que estandarizan modos de interactuar y competir.

Lucía, con acierto, advierte sobre ciertas frases hechas que coartan la evolución personal. Allí, la película ejerce una inteligente mirada acerca del rol de la mujer en la sociedad y el derecho a la propia realización personal. La pareja va a los tumbos, aun con el infinito cielo sobre ellos; la condición los ha vuelto asfixiantes. Irremediable y cotidiano. La silueta del sol desaparece en el horizonte.

La propuesta se refuerza en impecables rubros técnicos, en donde destaca la fotografía de Nicolás Trovato.

Zoe Hochbaum y Marco Antonio Caponi resultan dos aciertos a la hora de erigirse como personajes secundarios que fungen como elemento disruptivo en la trama, mientras que Natalia Oreiro, en participación especial haciendo de sí misma, completa el reparto de un film cuya banda sonora está compuesta por el histórico Cachorro López.

“Asfixiados” sabe sacar partida de su anunciada tempestad a la vista. A babor y estribor, explorando las raíces del conflicto, el guion escrito a ocho manos (Silvina Granger, Alex Kahanoff, Andrea Marra y Sebastian Rotstein) recurre a metáforas reconocibles para reforzar la idea: entre los pliegues de las sábanas en donde Nacho y Lucía se recuestan es más lo que envejece que lo que amanece. Pero el cine, que sabe de finales felices y heroicos rescates bajo la furia de las aguas agitadas. Nuevamente, sabrá inspirar el reencuentro en medio de la desolación. Las luces del día asoman a lo lejos, junto a la orilla aguarda un puerto adónde amarrar…