Alicia en el país de las pesadillas
Todavía las páginas de Internet conservan un rubro destinado a los juegos de misterios. Son aventuras gráficas en las que se debe resolver un enigma con la ayuda de diferentes instrumentos y mensajes crípticos que uno encuentra en el camino.
Así en la tierra como en el infierno tiene la estructura de ese tipo de juegos. Tanto en el desarrollo como en la resolución, hay una apuesta al ingenio, al conocimiento y a la erudición como los mejores guías para moverse a través del laberinto de las catacumbas de París que son asimiladas al infierno.
Toda la aventura es promovida por Scarlett (Perdita Weeks), una joven antropóloga dispuesta a develar el misterio de la alquimia que obsesionaba a su padre: la piedra filosofal. En esa búsqueda de un equivalente material de la realidad espiritual, embarca a un grupo de veinteañeros que la siguen por distintos motivos (desde el amor hasta la ambición).
El guionista y director es John Erik Dowdle, quien había dirigido la fallida versión norteamericana de Rec, titulada Cuarentena. Más allá de aquel fracaso, es obvio que se quedó con las ganas de contar una buena historia a través de cámaras personales y sin banda sonora que subrayara los momentos de tensión.
Por fortuna, puede decirse que esta vez lo logró. Hizo una película que es el cruce improbable de El código Da Vinci y El proyecto Blair Witch. Como en la primera, hay una simbología que puede remitir, con una erudición de Wikipedia, al infierno de Dante, al Apocalipsis de San Juan o a la tradición alquímica. Y como en la segunda, el principal instrumento dramático son las cámaras, no los actores y muchos menos la relación entre ellos.
Ambiciosa y económica a la vez, Así en la tierra... presenta como heroína, en la figura de Scarlett, a una especie de Alicia en el país de las pesadillas, siempre dispuesta a dar un paso más hacia en la dirección del peligro, porque está convencida de que la única salida es seguir avanzando.