Un Infierno fílmico
Así en la Tierra, como en el Infierno, el estreno que nos ocupa esta semana, demuestra por qué a veces una fórmula (y no hablamos de la alquimia que sobrevuela como tópico durante todo el film) puede avasallar una historia que, quizá con otro planteo, habría sido mínimamente interesante. Lo que hace John Erick Dowdle, que naufraga en el terror con películas flojas, donde la única que se destaca es la prácticamente desconocida The Poughkeepsie tapes, y quien además tiene el dudoso honor de haber realizado la floja remake de [REC], es utilizar el found footage para aburrirnos con la excusa de templarios, la piedra filosofal, mitología cristiana y egipcia, y un toque de chamuyo. Por supuesto, logra algunos sustos, pero quizá lo flojo de la trama y la composición de los personajes es lo que nos lleve, más que con otras películas del subgénero, a preguntarnos y cuestionar la forma en que se plantea la película desde lo formal. Y ahí sí, hace agua por todos lados.
La historia tiene en el centro del relato a Scarlett (Perdita Weeks), una joven arqueóloga que, al igual que Lara Croft, la voluptuosa heroína de los videojuegos, es ágil, bella, inteligente e incluso tiene un tema paterno que la atosiga. Valiente, se interna hasta el más profundo de los calabozos para buscar aquello que necesita para continuar su carrera en la investigación que ronda en torno a la Piedra Filosofal, misterio por el cual también estuvo obsesionado su padre. Todas sus investigaciones apuntan a la figura de Nicolás Flamel (en síntesis, una figura de la alquimia que tiene mucho de leyenda) y su antigua morada, donde podrían encontrarse los restos de la ansiada piedra. Por lo tanto, se dirige a lo más profundo de las catacumbas de París, donde cree que puede hallar una cámara secreta que la lleve a resolver el asunto. Obviamente es un lugar misterioso al que nadie sabe cómo llegar o, los que han llegado, han muerto en el intento de volver. Para ello se unen a su expedición un documentalista del suceso, Benji (Edwin Hodge), y un traductor de arameo, George (Ben Feldman). Luego también se suma una pandilla de franceses que conocen y exploran las catacumbas buscando quién-sabe-qué cosa (la película tampoco es demasiado clara al respecto, ya que aparentemente no creían en un posible tesoro hasta que lo encuentran) y ayudan a la protagonista en su investigación. Cómo se internan en las profundidades de este infierno y descubren que nada será fácil allí, es de lo que va este film.
Como en toda película que se precie de ser found footage, hay un juego de cámara subjetiva constante, por lo general en mano, que da la impresión de que nos encontramos en la acción y se pretende “invisibilizar” el artificio para lograr la inmersión del espectador. La trama en este caso es tan débil que nos permite observar que el documento que se está realizando de la acción es un enorme absurdo: no entendemos por qué el pobre Benji documenta una búsqueda que bien puede ser infructuosa, si acaso es un trabajo universitario o alguna cuestión voyeurista; se plantea un juego de plano/contraplano que abre diálogos virtualmente imposibles y arbitrarios si se respetara el punto de vista; y no comprendemos por qué los personajes parecen explicar lo que, de alguna manera, ya saben, mientras la cámara describe momentos íntimos que estarían fuera de lugar en cualquier documento académico. Este último punto tiene además un daño colateral: lleva a diálogos terribles que sólo se esquiparan a la desastrosa actuación de algunos de los inertes actores. La palma se la lleva François Civil y su tímida reacción tras la muerte de su novia/amante/lo-que-sea, pero hay momentos donde el pánico o el extrañamiento parecen un elemento inexistente para nuestros personajes. Esto también arruina lo poco de bueno que tiene la película a través de algunos climas sofocantes o el estremecimiento que pueden provocar algunos de sus pasajes.
Por si fuera poco, el final aleccionador y el pobre desarrollo con el que se llega a la huida desesperante de las catacumbas, hace completamente ridículo cierto poder con el que carga la protagonista hacia la última etapa del relato. En todo caso, los pocos sustos de Así en la Tierra, como en el Infierno pueden llegar a valer la entrada, pero una vez que entendemos e intentamos ponernos en la piel de los personajes, cada una de las premisas del relato se derrumba, dejándonos la magra sensación de que sólo hemos visto una mezcla mal hecha entre El descenso y Actividad paranormal.