Ni Dios ni el Diablo son los culpables
Poco más, poco menos, todos los géneros cinematográficos tradicionales conforman una genealogía donde el producto derivativo es más la norma que la excepción. De esa historia de regurgitaciones han surgido películas malas, buenas y feas. Y también las obras maestras. Así en la Tierra como en el Infierno, cuarto largometraje de terror de John Erick Dowdle –quien había demostrado algo de ingenio para esos menesteres con su remozada versión en inglés de la española [Rec]: Cuarentena–, es un típico exponente del horror de bajo presupuesto contemporáneo, en el cual pueden rastrearse influencias, homenajes y pequeños (y no tanto) hurtos en prácticamente cada fotograma. Dejando de lado rispideces e incongruencias del guión (el espectador que gusta de hacer de policía de realismos y verosímiles puede darse una panzada abrumadora), el principal problema del film no es lo ya visto y oído, sino la mano que mece la cuna, la técnica del ilusionista que intenta hacer un viejo truco de magia como si fuera la primera vez... sin lograrlo.Así en la Tierra... encuentra a una bella y joven arqueóloga, Scarlett (la galesa Perdita Weeks), en busca de una roca símil Rosetta escondida en unas cavernas iraníes. Especialista asimismo en idiomas muertos y civilizaciones perdidas y salvada por un pelo de la expedición oriental, la aventurera parte hacia la Ciudad Luz en pos del siguiente objetivo: nada más y nada menos que la legendaria Piedra Filosofal, el Santo Grial de esa olvidada “ciencia” conocida como Alquimia. Los primeros cuarenta y cinco minutos de metraje, al tiempo que van sumándose los miembros de la expedición parisiense, recuerdan a El Código Da Vinci y relatos similares, aunque en más de una ocasión los descubrimientos de pistas y señales se asemejan más a un episodio algo tontolón de Scooby Doo.Luego de desenmascarar el punto de acceso ideal para ingresar a las famosas catacumbas de la ciudad –¡gracias al habitué de un boliche de moda!, tan cool como sólo un graffitero de una París cinematográfica puede serlo–, el sexteto se calza las camaritas de video en sus cascos antes de internarse en las profundidades de la tierra y dar paso al terror. En realidad, Así en la Tierra como en el Infierno está rodada y montada alla El proyecto Blair Witch de principio a fin, de modo tal que cada uno de sus planos es (teóricamente) un recorte de lo que ven directamente los personajes. Corridas, ausencia de luz, imágenes sugestivas, sonidos tenebrosos, riesgos de asfixia y muerte por derrumbes varios y la aparición triunfal de lo sobrenatural forman parte del eventual menú, que a esta altura parece más un puñado de snacks que una comida a la carta. Cuando las explicaciones de rigor ocupan el centro de atención, el guión echa mano al eterno y no necesariamente pagadero concepto de Culpa. Así, con mayúscula. Ni Dios ni el Diablo son los culpables.