Artilugios gastados
Seis jóvenes recorren los tíneles secretos bajo París.
Los hermanos Dowdle, John Erick y Drew, son una suerte de especialistas en ese subgénero de terror conocido como “filmación encontrada” (que tiene como título emblemático a El proyecto Blair Witch). La dupla de hermanos -John dirige, Drex produce y ambos escriben- se anotó en la misma lista con The Poughkeepsie Tapes (2007) y Cuarentena (2008), la remake hollywoodense de la española REC. Sin tener en cuenta que el recurso ya fue sobreexplotado durante todos estos años, ahora van por la tercera experiencia con Así en la Tierra como en el infierno.
Con una mezcla del espíritu de Indiana Jones, Los Goonies y la mencionada El proyecto Blair Witch, aquí el toque original es la ambientación: las catacumbas de París, esa increíble red de túneles bajo la capital francesa donde descansan los huesos de seis millones de personas. Allí baja un equipo de seis aventureros en busca de la legendaria piedra filosofal que obsesionaba a los alquimistas.
Entre los exploradores hay un camarógrafo que registra todo para un documental, pero no será el único punto de vista subjetivo: el casco de cada uno de ellos cuenta con una camarita GoPro, que por lo visto sirve para escrachar tanto a motochorros boquenses como a monstruos subterráneos.
La novedad se termina en lo geográfico. Los demás ingredientes son los que pueblan este tipo de películas: ritmo frenético, gritos, respiraciones entrecortadas, pantalla en negro, corridas, apariciones pretendidamente espeluznantes. En fin: artilugios gastados. Pero lo peor del caso es que, además, resultan poco efectivos y por momentos llegan a causar gracia involuntariamente. La película termina pareciéndose a un recorrido por el querido Laberinto del Terror del Italpark de los ‘80: un monstruo por aquí, un fantasma unos metros más allá... y más risa que miedo a lo largo de todo el recorrido.