Asia

Crítica de Paula Vazquez Prieto - La Nación

La vida de Asia (Alena Yiv) se divide entre los pasillos del hospital donde trabaja como enfermera, el cuidado de sus pacientes, los baños periódicos a una vecina de su edificio y la ardua tarea de ser madre de una adolescente. Asia tuvo a su hija Vika (Shira Haas, la estrella de Poco ortodoxa) cuando era muy joven, por ello la maternidad quedó adherida a su propio crecimiento, al aprendizaje de su adultez y la conquista de su independencia. En las primeras escenas, la ópera prima de Ruthy Pribar construye con paciencia y sobriedad la vida de ambas, de generaciones tan lindantes, ceñidas por el peso de esa cercanía etaria: el esporádico coqueteo con la liberación en los encuentros con un médico casado de Asia; las idas al parque de Vika con sus amigos, la adrenalina del skate, el alcohol, el sexo promisorio.

El progresivo empeoramiento de la enfermada de Vika, que asoma como una densa niebla en los primeros minutos, nunca empuja a la película al melodrama lacrimógeno. En ese perfecto límite en el que basculan las emociones de ambos personajes se edifica la tensión, con una puesta en escena sencilla pero no por ello imperceptible. Es interesante cómo Pribar redimensiona el hogar a partir de los cambios de situación y de la llegada de un nuevo habitante: angosta sus espacios internos en virtud de una fuerza que retiene a Vika, torna invasivo ese afuera que materializa los temores de Asia. Un balcón ofrece la imagen lejana de las calles de Jerusalén, con sus lucecitas nocturnas, como un punto de fuga impreciso; sin embargo es el mundo interior, invisible, el que se resignifica a partir de lo que ellas comparten, descubren de sí mismas, encuentran de manera inesperada.

Asia es también inmigrante, ha llegado desde Rusia a un país extranjero, ha asumido la crianza de su hija en soledad. Pribar delinea el interés del personaje por los demás a partir de las tareas de cuidado con sus pacientes, la conversación con la asistenta filipina de la vecina, la observación de esa misma responsabilidad en Gabi (Tamir Mula), un joven enfermero que conoce en el hospital. Esas situaciones cotidianas brindan a Asia la espesura de su carácter, conjugada con la juventud postergada, las salidas nocturnas como descargas de adrenalina contenida, el intento de comprender a su hija sin olvidarse de sí misma.

Si bien la interpretación de Shira Hass puede resultar más llamativa por las exigencias de su composición y el manejo corporal que consigue en el último tramo de la historia, es interesante cómo Alena Yiv dota a su personaje de profundas emociones sin histrionismos ni subrayados, condensando en su contenida expresión todo aquello que resulta imposible de poner en palabras. Y Pribar esquiva los lugares comunes en las resoluciones, si bien siempre parece tentada de precipitar ese mal paso. Su universo nunca ser agrieta por un sentimentalismo superficial, ni por la pretendida euforia de la superación. La cámara acompaña el devenir de los personajes con la paciencia del observador, confiado en que el respiro de la vida asoma tras los hilos del drama.