Con otra oportunidad, el cine intenta adaptar un videojuego a la pantalla grande, y el resultado de Assassin’s Creed queda a medio camino.
La popular saga de videojuegos de Ubisoft, Assassin’s Creed; hace el salto a la gran pantalla; y es un salto de fe, ya que se suele decir que hay una maldición alrededor de los videojuegos que van al cine. Y esta no es la excepción.
La historia sigue a Callum Lynch (Michael Fassbender), que esta condenado a ser ejecutado por un crimen, pero que en el último minuto es salvado por la organización Abstergo; liderada por la doctora Sophia Rikkin (Marion Cotillard) y su padre (Jeremy Irons). Este grupo ha creado una tecnologia llamada el Animus, capaz de rastrear el ADN de tus antepasados. Con ella Lynch viaja a la inquisición española en la piel de Aguilar de Nehra, un asesino miembro de la hermandad secreta de los Asesinos. Lo que busca realmente Abstergo es la localización de la manzana del Eden, la cual les dará un gran poder.
El film toma muchos de los conceptos del videojuego y las ideas generales de la saga, pero el resultado por momentos es contradictorio.
Por un lado se toma muy en serio los diálogos, pero la reconstrucción de la época tiene vacíos argumentales o momentos forzados (como verlo a Fassbender intentar hablar español).
El film se queda en la superficie, como es habitual en estas adaptaciones; y tanto héroes como villanos no empatizan con el público. Y por momentos, no se entiende cuales son las ambiciones u objetivos de cada uno.
Por el otro, desde lo visual no tiene nada para reprocharle a su original; los personajes se mueven con la dinámica del videojuego, por techos de edificios, saltos de ventanas y algunas situaciones que desafían la gravedad.