Después de varias versiones BF Paris estrena en Google Play y Apple Tv, Recontraloca de Giovanni Ciccia, la versión peruana de la exitosa película chilena Sin Filtro. La historia sigue a Adriana, una mujer cansada del maltrato de su jefe, su esposo, su hijastro, la competencia en el trabajo, sus vecinos, etc. Ni la ayuda de un psiquiatra le calma el dolor que siente, por eso decide ir a un curandero de los Andes. Este tratamiento le hace hacer y decir todo lo que ella quiera sin poder evitarlo. Ya llevada a un extremo (o quizás porque lo vimos más de una vez), la premisa de que una persona puede aguantar todos los problemas sin alterarse y que necesita una fuerza divina para provocar la reacción acá se desinfla completamente. Los gags y situaciones cómicas tienen la exageración que podríamos suponer de la historia pero están filmadas con una simpleza televisiva que, incluso, incluye planos forzados y hasta publicidades de productos. Gianella Neyra le pone toda la simpatía que puede al personaje y, en cierta medida, funciona en los dos registros de pasividad y locura, pero no puede hacer magia frente a una película mal dirigida y con un guion ya gastado. Recontraloca de Giovanni Ciccia quizás pueda divertir a aquellos que no vieron la original o sus múltiples remakes. Fuera de eso hay que dejar de estirar la masa cuando ya vemos que está a punto de romperse.
Se reestrena en la plataforma digital de Puentes de Cine, Princesita, segunda película de la directora chilena Marialy Rivas (Joven y alocada). El film está basado en hechos reales ocurridos en el sur de Chile. La historia sigue a Tamara, de once años, que vive en una secta apartada en el bosque. El grupo sigue las creencias de su líder Miguel, quien le va insistiendo a Tamara que ella es la elegida y que debe tener un hijo con él. A la par, la niña acude al colegio donde se enamora de un compañero y la profesora comienza a sospechar que algo extraño pasa en la comunidad donde vive Tamara. La película transita con un correcto ritmo todas las preguntas y, a veces, respuestas propias que se hace una niña que está a punto de tener su primera menstruación. Su relación con otros niños y también su interés por un joven. Esta voz en off, que marca el relato, es la de la propia Tamara que se pregunta si es correcto o no lo que está sufriendo. Pero el contexto la lleva a un lugar ya retratado en otros thrillers de suspenso como es el de una secta. Este lugar, alejado de la sociedad, es una prisión, mental al principio, y física avanzado el relato. Las mujeres allí no son dueñas de su propio cuerpo. En vez de profundizar en esta comunidad y el por qué de su existencia, el guion sigue de cerca a Tamara y nunca se aleja de ella. No entendemos el accionar de los otros hombres o mujeres porque su protagonista no lo hace. La cámara y la puesta en escena refuerza esta idea, desenfocando algunas acciones o mostrándonos solamente el rostro de Tamara, víctima de este control. El personaje de la profesora no termina teniendo tanto peso en la historia como para justificar su presencia y se pierde en el relato ya que tampoco genera suficiente injerencia en las decisiones de Tamara. Princesita nos cuenta un mundo idílico que no existe, esta secta que quiere permanecer “pura” es todo lo contrario (como pasa habitualmente en estos tópicos). Sara Caballero hace un gran papel como Tamara, manejando bien sus silencios frente a la cámara y sus diálogos con voz en off.
Se estrena en Cine.Ar TV y Play, La isla de las mentiras de Paula Cons, película española en coproducción con Argentina que cuenta, entre ficción y realidad, la historia del hundimiento del barco Santa Isabel y el misterio que escondía la comunidad de la isla de Sálvora. La historia se ubica en 1921 y sigue el relato de tres mujeres María, Josefa y Cipriana, habitantes de la isla de Sálvora. Una noche, mientras todos los hombres se van a tierra firme, un barco, con 260 inmigrantes con destino a Buenos Aires, choca contra las rocas y se hunde. Entre la niebla, las mujeres salen con un bote y logran rescatar a 50 personas. León (Darío Grandinetti), un periodista argentino del diario Crítica, es mandado a cubrir el evento. Descubre que la isla esconde un misterio sobre diversas “casualidades” en los accidentes que ocurren. La producción española presenta un trabajo técnico impecable a la hora de retratar los desolados paisajes de la isla. Con una fotografía bien presentada tanto de día como de noche. La reconstrucción de época también es otro punto favorable del film. La trama detectivesca de León, a medida que va descubriendo los secretos de la isla, se extiende demasiado y le falta ritmo. Podría haberse centrado exclusivamente en las mujeres y la restringida vida que llevaban. El factor de misterio termina siendo sólo una excusa sin atractivo. La expresividad de los actores y las actrices denota el grado cultural y social que los diferenciaba en la época. Se nota, especialmente, cuando las tres heroínas son invitadas a recibir un homenaje en tierra o varios de los manierismos que tiene el personaje de Darío Grandinetti (aunque a veces exagerado). La isla de las mentiras de Paula Cons, compensa su falta de ritmo narrativo con una producción y puesta en escena elaborada y cuidada.
En tiempos de cuarentena y adaptándose al cierre de las salas, a Cine.Ar llegan los estrenos de cine argentino arrancando con La creciente de Demián Santander y Franco González. La película explora la llegada de Matía a una de las islas del rio Paraná. Él viene escapando por algún delito que cometió y encuentra refugio y trabajo con el correntino. Este hombre “poderoso” de la zona le da un lugar y comida mientras trabaje cortando leña y arriando el ganado. Los conflictos comienzan a surgir con otro empleado que tiene el patrón y también cuando Matía entabla una relación amorosa con la joven que vive con el jefe. Cristian Salguero (La patota, El invierno) tiene una mirada y una forma de actuar indiscutible a la hora de construir personajes complejos que se balancean entre el bien y el mal. La creciente termina mutando de un drama familiar a un western criollo. Un pueblo donde todo se sabe, donde hay opresores y oprimidos. En este lugar abandonado rige la ley de la selva. Se podría haber explorado un poco más este concepto pero los directores deciden enfocar la atención en el enfrentamiento entre Matía y el correntino. Matía quiere escapar de su pasado delictivo pero no encuentra oportunidades y vuelve a sentir la presión, buscando la necesidad de escaparse nuevamente. El paisaje crudo y hostil sirve aún más para reforzar el dramatismo. Y la creciente del río se avecina como una amenaza que está cerca pero que no sabemos cuándo puede arrasar con todo y empuja a los personajes a actuar de la peor manera sólo para sobrevivir. La creciente de Demián Santander y Franco González explora la crudeza de la naturaleza y el ser humano. El río es aquello que separa a los protagonistas de una vida diferente: mejor o peor.
BF Paris estrena, en VOD en Google play y Apple TV, Sumergidos (Coma) de Nikita Argunov; película rusa de ciencia ficción que retoma algunas ideas ya vistas en Hollywood pero también recuerda un poco a ciertas películas de fantasía moderna rusa. En Sumergidos seguimos la historia de un hombre que conoceremos como “el arquitecto”. Él está en coma y dentro de un mundo donde otros pacientes, en el mismo estado, viven una vida tratando de sobrevivir de los “reapers”, unas figuras sombrías en las que se convertirían aquellos con muerte cerebral. Dentro de este mundo del sueño, el tiempo es diferente, los personajes no recuerdan nada de su vida pasada, algunos tienen habilidades y otros no. La comunidad y su líder buscan crear una isla alejada de los “reapers” y para ello necesitan al arquitecto. En su argumento Sumergidos tiene bastante de El origen de Christopher Nolan y algunos conceptos de un elegido o enviado para salvar la humanidad como en Matrix. También un género muy común en el anime llamado Isekai (donde una persona entra en un mundo de fantasía) con ejemplos como Sword Art Online y The Rising of the Shield Hero. Con tantos ejemplos, a la película rusa le es muy difícil despegarse de estas referencias y, lamentablemente, cae en los lugares obvios. Sin sorprender ni tampoco tener una gran vuelta de tuerca al final. Actoralmente no se puede pretender mucho, pero hay ciertos diálogos que rozan la repetición y la idea de explicar todo el tiempo el mundo y cómo funciona. La relación amorosa de la pareja protagonista también parece salida de la nada, aunque al final parece que se explica, tampoco se da a entender qué es lo que los une. Ni hablar de ciertas motivaciones de los “malos”, ni que desaprovecha estas figuras espectrales que tienen un gran impacto en los primeros minutos del film. El apartado visual es la apuesta de Sumergidos. Su director Nikita Argunov estuvo a cargo de los efectos especiales de otras películas rusas como Vychislitel (2014), Furious (2017) y Proyecto (2018). La apuesta del cine ruso moderno es construir ciertos efectos especiales que tienen un poco de Occidente pero también parecen hechos por un diseñador independiente. La mezcla termina teniendo escenas buenas y otras no tanto. Esto pasa en Sumergidos como también lo vimos en Guardians (2017) o la famosa saga inconclusa Guardianes de la noche (2004) de Timur Bekmambetov. Sumergidos tiene una idea que podría funcionar si hubiera destacado en algún aspecto sobre un argumento ya visto varias veces. Su apuesta visual entretiene principalmente en sus primeros minutos, pero el cine ruso moderno ha dado mejores ejemplos de fantasía y ciencia ficción.
Después de ganar en el Festival de Cannes la Palma de Oro y cosechar varios premios en las recientes entregas, llega a los cines de Argentina el film coreano Parasite de Bong Joon Ho. La historia de Parasite nos presenta a dos familias. Por un lado, una de clase media baja integrada por el padre, la madre y sus hijos adolescentes. El hijo mayor, Gi Woo, empieza a dar clases particulares en casa de una familia acaudalada y ve la posibilidad de darle trabajo a cada uno de sus parientes (sin mencionar que lo son y mintiendo sobre su experiencia). De esta manera comienzan a manipular a la familia rica y tratan de conseguir los empleos. De ahí la película escala a otros misterios y cuestiones que tienen que ver con quién tiene el control de cada situación. Bong Joon Ho vuelve a presentar una historia sobre división de clases (ya lo había hecho en Snowpiercer basado en la novela gráfica del mismo título). Como gran parte del cine coreano de los últimos años los géneros se mezclan en una cinta que conjuga el drama y la comedia, dos cánones separados en los guiones más comunes pero que, hábilmente, se fusionan en Parasite. El argumento lleva al espectador y a los protagonistas de la mano en una espiral que los hace descender en esta lucha de clases donde presenta los miedos y deseos de cualquier ser humano que puede aspirar a ser más de lo que es. Desde el punto de vista técnico, Parasite hace uso de la intrincada construcción de la casa principal para crear el ambiente para que todos los personajes pueden entrar en cuadro haciendo diversas cosas. Las edificaciones, las calles, las viviendas en sótanos, remarcan a trazo grueso la temática social que presenta el film. Un ejemplo también de esto es el descenso de los personajes en las calles inundadas con planos largos, una cámara que continúa descendiendo junto a ellos y un golpe de realidad que los vuelve a poner en su sitio. Toda la película tiene un ritmo controlado pero hay que hablar del montaje en dos escenas que son más emblemáticas. Una colaboración entre Bong Joon Ho, el encargado de la edición Jinmo Yang (con quien ya había trabajado en Okja) y la banda sonora a cargo de Jaeil Jung (también se suma una parte de la ópera Rodelinda de Georg Friedrich Händel). Esta conjunción de artes marca en escenas de pocos minutos una serie de situaciones que escalan la tensión y que son, en gran parte, los detonantes de las consecuencias que llevan a la conclusión del film.
En tiempos de generar nuevas franquicias en el género de terror, algunas funcionan con elementos originales pero otras refritan con las nuevas tecnologías ideas viejas, como La hora de tu muerte. En La hora de tu muerte, Quinn es una enfermera que en una charla con sus compañeros encuentra una app llamada Countdown que dice la cantidad de días, horas, minutos y segundos que te quedan de vida. Mientras que algunos tienen varios años por delante, a ella le indica que sólo le quedan algunos días. A la paranoia se suma que otros que bajaron la app murieron exactamente el día que estaba predestinado. La saga de Destino Final tuvo un buen camino por lo menos al comienzo; aunque la misma idea de tratar de escapar de la muerte inevitable fue algo que después de un tiempo cansó al espectador. En La hora de tu muerte “actualizan” este concepto con una app. Dejando de lado lo poco original del argumento, tampoco se le da tanto desarrollo a esta aplicación y sólo nos quedamos con la historia de Quinn, su hermana y un amigo (cuando tranquilamente suponemos que es una app pública que podrían descargar millones de personas). Los sustos terminan siendo previsibles y la forma de evadir la muerte es exactamente igual a la de Destino Final. Tambien hay personajes secundarios que parecen sacados de una parodia de Scary Movie en lugar de un thriller de suspenso.
Llegó a los cines El aro: capítulo final de Hideo Nakata, el director original de la primera película de la saga en 1998. El aro: capítulo final intenta hacer resurgir o renovar la historia de la extraña figura de la saga (más conocida en Argentina como La llamada). En esta nueva versión, Mayu trabaja en un hospital cuidando a una niña que sufre de amnesia. La policía está custodiándola después de un incidente que la involucra. Al mismo tiempo, el hermano de Mayu quiere ser popular en Youtube y decide hacer videos de sustos embarcándose en la investigación de algunos sucesos paranormales. Con ocho films en Japón y también remakes en Estados Unidos, la saga de El aro o La llamada tenía que buscar una manera de cerrar su franquicia. Más cuando ya en años anteriores se buscó mezclar el personaje con otras sagas de terror como The Grudge. En El aro: capítulo final se pierde mucho tiempo dando explicaciones redundantes y tratando de unir algunos hilos sueltos de esta nueva reversión de Sadako (el título original de la película y el nombre del fantasma). Pero ni las nuevas tecnologías sirven para generar el impacto que logró la primera película con esa idea del VHS maldito que si lo veías morías en 7 días. Los sustos son pocos y terminan siendo los mismos que en cualquiera de las versiones anteriores de la saga.
Se estrena La luz del fin del mundo, segunda película dirigida por Cassey Affleck (I'm Still Here), que también escribe y protagoniza el film. Cassey Affleck es el padre de una niña llamada Rag (Anna Pniowsky) en un mundo en donde un virus ha acabado con gran parte de la población femenina. Esto provoca claramente que haya menos nacimientos y que el padre deba refugiarse y alejarse de otros hombres. Incluso haciendo pasar a su hija por un varón. Lo primero que hay que destacar es el notorio cambio en la traducción del título (algo habitual). El título original es Light of My Life o La luz de mi vida. Este pequeño pero gran cambio habla mucho de la relación entre el padre y su hija. Mientras que el cambio del título en Argentina da más importancia al contexto de lo que la misma película hace. Dejando de lado eso, Affleck escribe la difícil relación de un padre criando solo a una hija. La amenaza latente se enmarca dentro de la ciencia ficción pero, tranquilamente, es un drama realista que revela la importancia de la mujer en el mundo y lo poco que podríamos hacer los hombres sin ellas. La joven Pniowsky trabaja todo el film a través de sus miradas y su expresión corporal: por momentos tratando de actuar como un varón pero por otros disfrutando la realidad de ser una niña. Esto claramente se logra gracias a una increíble confianza y química entre ella y Affleck. La luz del fin del mundo construye la mayor parte de su relato con protagonistas que evitan el conflicto. Algunos flashbacks de Elisabeth Moss, como la madre, completan aún más el vacío emocional del padre. Toda la tensión se libera al final del film. La similitud con La carretera de John Hillcoat (basada en la novela de Cormac McCarthy) es que tocan ciertos temas de la paternidad en un mundo apocalíptico. Ambas películas logran un mensaje conciso de lo que quieren decir, pero el film de Affleck se apoya más en la figura de la niña en un mundo gobernado por hombres. Y la amenaza no es la falta de alimentos o medios para sobrevivir, sino el miedo a la incertidumbre.
El director Rian Johnson (Brick, Looper, Star Wars: los últimos jedis) estrena Entre navajas y secretos, un thriller de misterio con muchos actores, mucho diálogo y más "vueltas que tuercas". La historia de Entre navajas y secretos nos ubica en la mansión de Harlan Thrombey cuando en su cumpleaños numero 85 invita a toda su familia. Lo acompaña su joven enfermera Marta Cabrera. A la mañana siguiente Fran, la ama de casa, encuentra a Harlan muerto con la garganta cortada. Alguien anónimo contrata al detective Benoit Blanc y comienza la investigación del caso para determinar si fue o no un suicidio. Rian Johnson basa toda su película en el género policial detectivesco con la temática whodunit o ¿quién lo ha hecho? El principal referente en la literatura ha sido Agatha Christie; experta en ir develando las pistas de un asesino a través de la investigación del famoso Hércules Poirot. Pero mientras que Christie no se jactaba de ser más inteligente que el lector en Entre navajas y secretos hay tantas idas y vueltas sobre un tema que pareciera que solamente están puestas para confundir al espectador y no tienen una justificación narrativa. El entretenimiento se basa principalmente en la actuación de algunos de los personajes como por ejemplo el de Ana de Armas, Chris Evans o por momentos Daniel Craig; el resto sólo exageran los diálogos o las situaciones en las que se enfrentan. El guion es meticuloso, eso hay que reconocerlo. Con tanto diálogo hay varios chistes que funcionan muy bien, los mejores son los que cierran cada escena; pero tampoco hay que exagerar una risa para sentirse parte de la intrincada trama que elabora el director. Hay un análisis de las clases sociales y cómo la familia trata de manipular o, a veces, ignorar a “la servidumbre”. No los ven como una amenaza y sólo sienten odio o rencor entre ellos mismos.