Las adaptaciones de videojuegos suelen ser decepcionantes. Con demasiado olor a explotación de un negocio millonario, quedan lejos del buen cine, para los cinéfilos, y tampoco suelen llenar las expectativas de fidelidad de los fans del game. Assassin's Creed traslada el hiperviolento juego de templarios contra asesinos a la historia de un centro de vanguardia científico que recupera a un descendiente de la estirpe para someterlo a una serie de viajes en el tiempo, a la Andalucía de 1492, con Torquemada enviando gente a la hoguera en el nombre de Dios. El despliegue visual, deudor de su origen, es tan apabullante, entre tomas aéreas, peleas voladoras y la parafernalia científico tecnológica, que cuesta sacarle a AC los ojos de encima. Es una pirotecnia, absurdamente vistosa, que te mantiene despierto aún cuando la sucesión de peleas y parlamentos grandilocuentes suma peso en la balanza del aburrimiento. Pero el público de Assasin's Creed va en busca de acción y de su falta no podrá quejarse; acá pasan cosas todo el tiempo. Por otro lado, el disparate mayúsculo y bastante bizarro, la sobreproducción de diseño, tiene un asidero legitimador: Michael Fassbender, que además tiene muy buena química con la científica que interpreta Marion Cotillard, la francesa que está en todas partes. Dadas las expectativas, es bastante.