Malditos herejes
Las sagas cinematográficas basadas en juegos suelen suscitar un interés más allá de su calidad debido al fanatismo de los seguidores, que en general están más interesados en consumir todo lo referente al producto que en el film en sí. Al igual que con los juegos de video, hoy los adultos también se entretienen jugando con las nuevas y complejas propuestas, aunque el sector adolescente siga manteniendo la ventaja y el liderazgo tanto en el consumo como en el fanatismo.
El consumo adulto ayudó a que las productoras encaren mejor la trama de los films. En Warcraft (2016), del realizador inglés Duncan Jones, a la complejidad de la narración y a una historia solida e interesante con matices y profundidad, le sumaba una propuesta estética fantástica de gran calidad, a diferencia por ejemplo de sagas unidimensionales como Resident Evil (2002), de Paul W.S. Anderson.
Assassin’s Creed (2016) busca en este sentido crear una historia que combina elementos históricos con características del género distópico referentes a los usos de la tecnología, diálogos interesantes y profundos, y muy buenas escenas de acción.
Cal Lynch (Michael Fassbender), un hombre condenado a muerte por asesinar a un proxeneta, es rescatado del cadalso por una organización dependiente de una secta descendiente de la orden religiosa católica del temple, exterminada en la edad media por el Rey de Francia Felipe IV y el Papa Clemente V en el Siglo XIV. Abstergo, la oscura organización con sede en Madrid, la capital española y bastión de la inquisición, busca a través de un proyecto genético, Animus, encontrar a los descendientes de una orden de asesinos nihilistas enemiga de los templarios, la Assansin’s Creed, para escarbar en su memoria genética con el fin de encontrar el paradero de la manzana del edén, un artefacto que le dotó al hombre de libre albedrío. Mientras que la inquisición y los templarios buscan controlar las pasiones humanas y abolir el libro albedrio, Sofía (Marion Cotillard), la hija científica de Rifkin (Jeremy Irons), uno de los líderes de la ONG y líder el proyecto Animus, intenta encontrar la manzana para abolir el germen de la violencia en el mundo.
El film combina grandes dosis de acción, especialmente durante el asedio sobre Granada en 1492, durante la lucha entre los asesinos contra los fundamentalistas católicos seguidores de Tomás de Torquemada (Javier Gutiérrez), con una narración ágil que intenta desarrollar el conflicto filosófico y vital entre las sectas religiosas en disputa.
Mientras que el destacado elenco encabezado por Fassbender, Irons, Rampling, Ariane Labed, Javier Gutiérrez y Hovik Keuchkerian cumplen con creces en sus roles, Cotillard parece desconectada, como perdida en un personaje que se superpone con el de Irons, pero con diálogos anodinos que no presentan demasiado interés.
Assassin’s Creed hace discutir a los diálogos nihilistas de la secta de los asesinos con el fundamentalismo teológico alrededor de la inquisición, en un relato sostenido por las logradas escenas de acción, las buenas actuaciones y un trabajo de dirección muy bueno de parte de Justin Kurzel (Macbeth, 2015). El guión en colaboración de Michael Lesslie Adam Cooper y Bill Collage tiene sus altibajos, pero es reflejo fiel de los problemas de traducción de los juegos al cine. Como toda saga, el opus de Kurzel deja un final abierto que desgraciadamente desluce todo el film por su falta de resolución y su desconexión con el resto, aunque no llega a destruir la propuesta filosófica.