Desde los 60, podríamos decir que no hemos sido niños si en algún momento de la vida no vimos un capítulo de Astroboy. Este personaje adorable creado por Osamu Tezuka, admirador de Walt Disney – de ahí que, si miran con detenimiento los rasgos faciales de su personaje, notarán las similitudes con Mickey Mouse – ha cautivado a varias generaciones de niños y niñas desde su primera aparición en blanco y negro en el año 1963. Una segunda versión llegó a las pantallas en los 80s. Incluso a principios de este siglo, allá por el 2003, se estrenó una nueva, que combina la clásica animación 2D con algunos inserts de FX en 3D.
Pero es sabido que de un tiempo a esta parte, la gran “máquina de sueños” que fue Hollywood en sus años dorados, se convirtió en algo parecido a una de esas máquinas retro en las que ponés una monedita y te sale una sorpresa. Si tenés suerte, te sale algo original y divertido, pero la realidad es que la mayoría de las veces, por el mismo precio, te toca un juguete de cotillón sin ninguna gracia.
Bueno, eso es lo que pasa con las remakes. A Hollywood se le han acabado las ideas y empezó a desempolvar todos los clásicos (y a veces no tanto), todos los personajes que alguna vez fueron un éxito o los que nunca lo fueron, con tal de no crear nuevos. Entonces hace años que vemos remakes de remakes, secuelas, precuelas – algunas muy buenas, otras regulares y otras como Astroboy: lamentablemente, olvidables.
Por empezar, debería existir una máxima universal que diga: “no convertirás un animé en animación 3D”. ¿Acaso no entienden que el animé es arte? ¿No les alcanza con ver que Miyazaki sigue haciendo películas maravillosas a fuerza de puño, lápiz y papel? No, no lo entendieron todavía, entonces tomaron a un clásico del animé y lo destrozaron. En vez de tener los rasgos de los que hablé al principio, este Astroboy se parece al pequeño Freddie Highmore, que le prestó su voz.
La película comienza con una pintoresca animación 2D (creo que lo más rescatable a nivel técnico y narrativo de todo el metraje) que explica la génesis de la ciudad Metro. El 3D se inaugura contando la serie de eventos que devinieron en el nacimiento de Astroboy, tal como se relataba en la primera versión del animé. Pero lo que le sigue a continuación es una historia de aventuras – bastante aburrida, por cierto – que bien podría haber sido protagonizada por cualquier otro personaje, sin necesidad de “ensuciar” el buen nombre de nuestro querido niño-Átomo. Por momentos, los diálogos se reducen a la enunciación de las leyes la robótica de Asimov, tal como si fuera un manual para principiantes.
Tiene algunos chistes simpáticos, sí, también alguna que otra secuencia emocionante y, por supuesto, un final “abierto”… Quizás los productores se tienen fe. Pero, particularmente, creo que lo único que salvaría a una segunda parte sería un poco de 3D estereoscópico (si, con anteojitos).
Astroboy, muy a mi pesar, con suerte sea recordada como una de esas tantas películas infantiles 3D que se estrenan por año, que no son ni de Pixar ni de lo mejor de Dreamworks. Y también como una prueba más de que, aunque se tenga un personaje clásico entre manos, el éxito nunca está asegurado si no hay un buen guión detrás.