Desde el título del film nos provoca una reflexión: ¿Por qué la Argentina que hace un siglo era potencia mundial, ahora se encuentra en esta situación? El director Matías Szulanski no tiene, ni pretende tener, la respuesta. Ni siquiera aproximarse a elucubrar una idea. Simplemente, recrea un momento clave del país en el que, una vez más, los "grandes intereses" de unos pocos conspiraron contra los de la ciudadanía toda, tiempos en que la Nación estaba bajo la dictadura de Onganía.
El relato abarca los últimos meses de 1966 hasta julio de 1969, cuando una tripulación estadounidense llega a la luna. Descripto en cuatro capítulos vemos a un argentino entusiasta, Emilio (Ezequiel Tronconi),
Director de Investigaciones Aeroespaciales de la UBA, intentar llevar a cabo un ambicioso proyecto personal, construir una nave espacial para competir contra los Estados Unidos y la Unión Soviética en la carrera para llegar al satélite de la Tierra.
El científico está casado con Laura (Laura Laprida), no tienen hijos y aparenta ser un buen matrimonio. Ella lo acompaña y viven bien gracias a que él heredó un departamento y bastante dinero. Pero, para que haya un conflicto y que la historia avance, el protagonista irá encontrando en su derrotero una infinidad de obstáculos bien "argentos".
Ambientado con mucho cuidado en la selección de las locaciones, muebles, accesorios, vestimenta, maquillaje y peinados, junto a un auto de colección que utilizan para trasladarse, todo acompañado por canciones en español y francés muy refinadas, nos trasladan efectivamente a los años ´60.
Narrado en clave de comedia dramática, tiene un ritmo propio y un humor, que, al comienzo, cuesta comprender, porque los diálogos y las acciones están fuera de timming que, con el correr de los minutos, se acomodan perfectamente. Estamos hablando de las situaciones no resueltas con eficacia en el set de filmación y no en la sala de compaginación.
Cabe destacar también, lo cuidadas y bellas escenas de transición, muy particulares, cuya elaboración y estética resalta aún más el estilo de vida en esa época de la clase media.
Cuando Emilio presenta su proyecto al ministerio gubernamental, se lo aceptan pero con la condición de estar bajo la supervisión del ministro Luis Etchegoyen (Alberto Suárez). Pese a no estar de acuerdo, debe resignarse a depender de un jefe. Las ilusiones, motivaciones, energía van en aumento. Lo que no pudo presagiar fue que lo prometido era sólo eso. En el trabajo y la vida en pareja el espiral descendente va destruyéndolo emocionalmente reduciéndolo a la mínima expresión.
La película es una irónica metáfora de lo que somos. Una sociedad egoísta que le cuesta mucho reconocer los méritos y valores del otro, donde siempre es más fácil ponerle palos en la rueda y aprovecharse de eso, que apoyarlo incondicionalmente.