Un físico argentino elabora un proyecto, con expectativas de ganarle la carrera espacial a Estados Unidos y Rusia. Por Bruno Calabrese.
“Astrogauchos” cuenta la historia de Emilio (Ezequiel Tronconi), un científico que, durante la Guerra Fría, (más exactamente 1966) desarrolla un programa espacial para que Argentina llegue a la luna. El joven emprendedor sostiene que el proyecto ruso Sputnik le fue robado por espías, es por ello que comienza a hacer campaña para ingresar en la competencia aeroespacial. A partir de su proyecto se promueve la creación de un ministerio (del cual el será viceministro). Lo que parecía ser un progreso para el país se convierte en un sinfín de situaciones que rayan lo bizarro.
A modo de parodía exagerada y absurda, el film refleja lo peor de la burocracia argentina. Las esperanzas del universitario físico por llevar adelante de la mejor manera el proyecto comienzan a chocar con personajes que buscan sacar provecho del abultado presupuesto asignado. Así vemos como el ministro Luis Etchegoyen (muy bien interpretado por Alberto Suárez), comienza a hacer despilfarros con esos fondos, llegando a nombrar empleados en lugares absurdos y una gran cantidad de secretarias. La encargada de llevar adelante el proyecto será, Gregoria, (Eugenia Rigón), una seductora asistente que envuelve con su discurso a Emilio, evitando que tenga contacto con el cohete aeroespacial.
El sostén emocional de Emilio es su novia, Laura Cooke de Castillo (Laura Laprida). Fría y calculadora, manipula a su pareja de acuerdo a sus intereses, tiene un parche en el ojo, lo que le otorga un rol siniestro y desopilante a la vez. Todos de alguna manera ningunean a Emilio, pero el no se queda atrás. Soberbio, altanero y pedante, actitud que hace que sus pares no empatícen con él.
El director hace gala de variados recursos, como por ejemplo la forma en la que muestran el paso del tiempo dividido en cuatro capítulos, la repetición de ciertas acciones para acentuarlas (la escena de Emilio tomando whisky en el bar es perfecta). Sumado a los encuadres simétricos perfectos, muy similar al cine de Wes Anderson y Los Hermanos Coen, le otorgan dinamismo a la película. La música es otro de los puntos fuertes de la película; las canciones de The Mammas and The Pappas, Vinicious de Moraes le otorgan al film una estética beat colorida propia de la cultura pop de la época.
Delirante, hilarante y completamente absurda. Esos son solo algunos de los adjetivos con los que podríamos denominar la nueva película de Matías Szulanski (Pendeja, payasa y gorda, 2017). Con una estética perfecta, el director nos entrega una película divertida, repleta de personajes absurdos y bizarros, en una crítica exagerada de la cultura Argentina.
PUNTAJE: 85/100.