En su ópera prima, Asuntos de familia, la cineasta israelí, Maha Haj, se distancia de la eterna crisis política entre Israel y Palestina para mostrar la vida cotidiana entre sus gentes a través de diferentes escenarios y núcleos familiares.
Al pensar en Israel y Palestina, lo primero que surge es la tensión perpetua que muestran a diario los medios de comunicación, pero más allá de eso hay otra realidad: la de la vida diaria de sus habitantes. Donde hay rutina, obligaciones, problemas comunes, frustraciones e ilusiones que van más allá del eterno conflicto entre los países. Ese es el enfoque que Maha Haj quizá plasmar en su primera película.
A través de un humor perceptivo, Haj retrata el día a día de una familia de clase media compuesta por personajes muy particulares con circunstancias que cualquiera puede tener a lo largo de su existencia. Abuela, padre, hijos, vecinos, novias conforman un colectivo humano lleno de vivencias que en el fondo encierran puntos de encuentro, solidaridad, entendimiento y escucha. Encabezado por el matrimonio de Nabeela y Saleh que vive en Nazaret, sin apenas una mínima comunicación o algún acto de afecto, y que con el correr de los días se ven sumergidos en una triste monotonía. Sus hijos, ya lejos del núcleo familiar, atraviesan diversas situaciones: Hisham es médico exiliado en Suecia, un país completamente diferente que el suyo y que a pesar de la distancia es consciente de la situación de sus padres e intenta ayudarlos; La única hija mujer, Samar está embarazada y vive con su marido George y su abuela que sufre demencia senil en Ramala; y por último el menor Tarek, indeciso ante seguir soltero o comprometerse con Maysa, una amiga de su hermana.
A través de las diversas historias de los personajes, se construyen sus miedos, fracasos, inquietudes y anhelos que se entrecruzan constantemente con el correr de los minutos. Unidos por un humor tan sutil e inteligente para reflejar hábitos comunes, situaciones surrealistas y graciosas que logran una empatía profunda. También se observa la contraposición de generaciones, la relación entre ellas y la involución de la comunicación.
El film no obvia la situación política de los dos pueblos sino que le quita peso para potenciar el lugar común de las sociedades como lo son las relaciones familiares. Pero llega un punto donde es imposible escapar de la política, más que nada en un contexto con una dura realidad visible en cada esquina y en cada puesto de control. El clima de tensión e infelicidad que transitan los personajes se puede interpretar como emblema de la situación de los palestinos en su tierra arrebatada.