Maha Haj, directora de este filme, es de origen israelí y nació en Nazareth hace 47 años. Este, su primer largometraje, participó de la sección Un certain regard en el Festival de Cannes 2016.
Si algo distingue a Asuntos de familia de otras producciones de Israel o países limítrofes que hemos visto es el tono o género particular que elige la directora para narrarlo: una mezcla de comedia con melodrama, o como dirían algunos un “melocomic”.
La historia se instala en la ciudad de Nazareth donde un matrimonio de casi 70 años: Saleh y Nabila, llevan décadas de vida conyugal y obviamente décadas de desgaste, rutina, problemas de comunicación y los vaivenes de la vida misma, ahora parecen entrar en una suerte de meseta donde la abulia y la poca tolerancia se imponen en la cotidianeidad.
Pero no son los únicos protagonistas de esta trama, a ellos se le suman sus hijos y las parejas de estos: Hisham el “solitario” que vive en Suecia, Samar la “concienzuda” embarazada y su marido George el “mecánico estrella”, Tareq el “soltero empedernido” que arrastra tras sus pasos a Maisa una joven enamorada que lo quiere hacer poner los pies en la tierra, y para rematar el personaje más disparatado del filme : “la abuela diabética” que vive obsesionada solo con una cosa, comer galletitas dulces.
En un principio los conflictos que la historia desarrolla parecieran ser netamente vinculares, emocionales, del núcleo familiar en sí y sin implicaturas morales o políticas como la mayor parte de los filmes del medio oriente suelen presentar. Pero por el contrario la familia funciona como la misma Palestina, caótica y en permanente tensión, como una máquina que no se detiene por nada ni nadie.
Parece una asociación algo subtextual, pero cuando en la escena en la que una de las parejas se pelea frente al paso de control, y discuten cuerpo a cuerpo rodeados de gendarmes, el subtexto queda a la vista y se hace una referencia directa la relación entre la moral y la política coyuntural de Israel, algo que enmarca a estos personajes y sus mundos a través de todo el filme.
La misma directora afirma en una entrevista que la película habla de la política actual de su país, que era su intención directa que esto llegara al espectador, pero que no fuera de una manera muy explícita sino a través de ciertos diálogos, algunas situaciones, o relaciones entre los acontecimientos unidos a través del drama y la comedia al mismo tiempo.
En cuanto a la factura puramente visual la película es prolija y sin pretensiones insostenibles para una ópera prima y una directora en construcción. Los encuadres son simples y armónicos, la luz es suave y sin efectismos no hay tensiones de altos contrastes, y todo queda enmarcando de manera equilibrada y amable a la vista.
La música es un condimento atractivo, ya que mixtura los ritmos autóctonos con otras melodías creando un clima más variopinto.
Las actuaciones están plantadas en ese pendular de la comedia al melodrama, unos tocan más un extremo, otros otro, algunos hacen un vaivén según las circunstancias, pero el elenco es parejo más allá de los roles o el tiempo en pantalla.
Es explícito que la película quiere despegar de la media del estilo de las producciones Israelíes, eso la pone en cierto lugar de evidente ambición de diferenciarse que se nota y no le suma nada al relato, es como si nos avisara que se quiere diferenciar pero nos lo dice un poco “a los gritos”.
El resultado no deja de ser atractivo para una ópera prima, con una historia que tiene matices de género y de contenido.
Por Victoria Leven
@victorialeven