Dice un refrán español, probablemente navarro, "Si quieres arar recto en un campo, ata tu arado a una estrella". Aquí lo dice un cura, interrogado por un viajero junto al fogón en algún lugar de los Andes. El cura, seguramente, pensaba en una estrella divina. El viajero, en una utopía. Él siempre decía que la utopía es como el horizonte. "Caminas un paso y el horizonte se aleja otro tanto. Caminas un nuevo paso, y otra vez se aleja. No lo alcanzas nunca. Entonces, ¿para qué sirve la utopía? Pues, para caminar".
Fernando Birri caminó toda su vida. Titiritero, navegante, poeta, dibujante, documentalista, charlista, docente, fundador de escuelas, pícaro, soñador, la mar de simpático y amable, acá está pintado de cuerpo y alma por una de sus más fieles discípulas, Carmen Guarini. Ella lo registra básicamente en tres épocas. A los 72 años, con Ernesto Sabato, Eduardo Galeano y otros amigos en la preparación de un film pedido por la televisión alemana, casualmente llamado "Che, ¿muerte de la utopía?". Más viejo, durante una regocijante sobremesa con amigos de todo pelaje en su rancho de San José del Rincón, donde daba instrucciones para que al morir lo despidiera una murga local, con el bochinche propio de las murgas. Y a los 92, en Roma, de larga barba deshilachada y paso vacilante, pero siempre ingenioso, divertido, envuelto en poesía. Esto es lindo: gente que no sabe quién era Fernando Birri, que nunca vio una sola de sus obras, lo ve acá en este documental y se emociona. Tal ha sido su encanto, y tan fuerte es la ternura que transmite su alumna.