Una fantasía terrorista
La bandera estadounidense ya no flamea en el horizonte de la Casa Blanca. Está desgarrada, pisoteada y atravesada por municiones que quemaron sus insignias, cayendo al suelo bajo un cielo rojizo y apocalíptico que tiene a la Casa Blanca como un testigo silencioso que fue completamente socavado e invadido. Alguien finalmente saliendo de la nada se ha hecho con los emblemas más distinguibles de Estados Unidos y amenaza al mundo “democrático y pacífico” con fanatismo, locura y armas de destrucción masiva. Las calles son barridas de plomo y explosiones, dejando sangre y gritos a su paso, y también cae derrumbado el Obelisco de Washington sobre el National Mall. Un mundo de imágenes y símbolos se viene abajo y esta vez el mal viene desde Corea del Norte, logrando amenazar la paz capturando al presidente en su mismísimo bunker. En el medio de tanta poética solemne y folletinesca se envuelve esta película de acción que de no haberse tomado tan en serio su fantasía masoquista habría sido más entretenida. En su lugar tenemos un exponente mediocre (más) de Antoine Fuqua, del cual estoy cada vez más convencido que Día de entrenamiento debe haber sido una alucinación oportunista.
La cuestión es que el mapa geopolítico de la película es poco menos que infantil, casi se puede sintetizar en las palabras del agente traidor interpretado por Dylan McDermott, achacándole al presidente Asher (AaronEckhart) la existencia de la corrupción y Wall Street (¿?), llevándolo a ser ese el móvil de su traición. Por lo demás, aparentemente Corea del Sur no tiene defensas soberanas y Medio Oriente es un enorme país que festejaría de forma homogénea cualquier tragedia ocurrida en Estados Unidos. Estos coreanos del norte no joden para nada, están furiosos y a todo costo quieren amenazar la paz mundial, contando con suficiente armamento para destrozar cualquier ejército. La película parece tan focalizada en mostrar la destrucción que no muestra ni insinúa si existió algún plan, con lo cual lo que vamos a ver va a parecer un tanto rústico e incoherente, y aún más cuando con el desarrollo del film desaparecen más de la mitad de los terroristas norcoreanos inexplicablemente.
Es gracioso antes que nada, casi una comedia involuntaria. Pero esto es lo que hay que resaltar: pienso en Los indestructibles, una película con un escenario político fantasioso, casi del pulp de los ´50, que funcionaba efectivamente como película de acción porque, además de que contaba con buenas secuencias de acción jamás se tomaba en serio el asunto. Aquí con todo el melodrama y tono de poesía trágica la película cae en un pozo contradictorio: por un lado plantea un escenario político infantil con personajes que son estereotipos caminantes en un teatro de efectos especiales y por el otro es de una solemnidad que raya el melodrama novelesco. Ataque a la Casa Blanca pedía a gritos (y creo que Gerard Butler y su personaje también) algo más lúdico, algo más de Duro de matar. Como se queda en el medio y apenas logra conformar al espectador que vaya a ver lisa y llanamente acción, lo que sale es un panfleto mediocre con algunas buenas actuaciones que se pierden en un caos del realizador.
La crisis terrorista nunca había sido tan aburrida.