La caída de los símbolos de poder
Si hay algo claro en esta película, más allá de su intención política propagandística, es que se trata de un buen entretenimiento conducido por el mismo realizador de Día de entrenamiento y Tirador, el experimentado Antoine Fuqua.
Como una suerte de John Mc Clane que está en el lugar equivocado en el momento menos oportuno, el agente del servicio de segurdiad Mike Banning (Gerard Butller en su doble rol de actor y productor) protege al Presidente de los Estados Unidos, Benjamin Asher (Aaron Eckhart) y a su familia, pero es relegado de su cargo por un hecho que ocurre al principio y no conviene adelantar.
Obligado por las circunstancias, debe volver al ruedo cuando un grupo de terroristas coreanos toma la Casa Blanca (la escena del avión y de la masacre para ingresar a la famosa casa presidencial es impresionante a nivel visual) y se enciende una sangrienta negociación con el gobierno de los Estados Unidos.
En una trama plagada de acción e intriga, repleta de traiciones, el realizador entrega un eficaz producto de acción donde el "falso culpable" (al igual que en Tirador) debe recuperar el cargo que le pertenece y es el único con vida que está en el lugar (lo conoce como la palma de su mano) mientras el Primer Mandatario y otros rehenes se encuentran aislados con los terroristas en el bunker presidencial.
El juego del gato y el ratón, con un héroe enfrentando a hombres fuertemente armados, es el motor de la realización que también cuenta con Morgan Freeman como el Portavoz del Presidente.
Afuera la batalla campal dejó cientos de víctimas sobre el césped de la Casa Blanca, y Banning debe además encontrar al hijo del Presidente, que está escondido en algún lugar del edificio. Atrás quedaron los tiempos de enemigos rusos y ahora los infiltrados que toman el poder son coreanos con muchas exigencias. Los símbolos del poder norteamericano caen una vez más como en otras tantas películas y el caos está servido.