Correcta apuesta por el género
Road movie con una madre y su pequeña hija como protagonistas, una confabulación en un típico pueblo chico-infierno grande, cementerio, resurrecciones, iglesias, rituales satánicos... Los elementos del cine de género abundan en este guión de los hermanos Adrián y Ramiro García Bogliano (Sudor frío) dirigido con eficacia -aunque sin demasiados hallazgos- por Daniel de la Vega.
Virginia (Julieta Cardinali) viaja con su hija Rebeca (Fiorela Duranda). Por unas conversaciones telefónicas sabremos que la protagonista huye de la ciudad al campo porque está en disputa con su ex marido por la tenencia de la niña. En una ruta aislada pinchan un neumático y, a partir de allí, el descenso a los infiernos será metafórico (y no tanto). La pequeña es secuestrada y la madre tendrá sólo un día para rescatarla antes de que Rebeca sea víctima de un sacrificio ritual.
La idea de Cardinali como heroína de una historia ligada al cine fantástico funciona razonablemente bien, el realizador de Necrofobia ratifica su virtuosismo para el encuadre, hay buenas persecuciones automovilísticas o situaciones claustrofóbicas, pero -más allá de la corrección formal y actoral- Ataúd blanco nunca supera una medianía en su adscripción respetuosa a las convenciones genéricas más clásicas. Todavía seguimos esperando que los cultores locales del cine de terror entreguen películas con mayor vuelo, que vayan más allá de la bienvenida (pero a esta altura insuficiente) garantía de un producto hecho con profesionalismo.