El cine de género argentino entra en las ligas mayores cuando nos referimos a determinados realizadores. Daniel de la Vega es sin duda uno de ellos, sino el más resonante.
Con tres largometrajes estrenados en nuestro país hasta la fecha, más una co-producción con Hollywood y un puñado de cortometrajes muy reconocidos en el ambiente, su estilo se fue perfeccionando hasta alcanzar la tan ansiada marca propia; sabemos que estamos viendo una película de De la Vega con tan solo visionar unos minutos del metraje.
Ataúd Blanco es su esperado y promocionado cuarto estreno local, luego de ese exquisito ejercicio imaginativo que fue Necrofobia 3D, revitalizando el giallo sin dejar de lado su impronta personal.
¿Un giro de 180°? No tanto, si bien el nuevo film con guion de otros pesos pesados como Ramiro y Adrián García Bogliano, se aleja del shock giallo, no se aparta del género, y nos espera un intenso viaje cargado de adrenalina, vértigo, acción, y por supuesto mucha violencia y sangre como para pintar paredes.
Virginia (Julieta Cardinali) viaja por las rutas nacionales junto a su pequeña hija Rebeca (Fiorela Duranda), se nota que Virginia huye de algo, o alguien, el nerviosismo es palpable.
Un accidente lo cambia todo, Virginia es dada por muerta ¿O realmente murió? Despierta en la morgue con una sola idea, debe recuperar a su hija que fue secuestrada; y para eso deberá adentrarse en las entrañas de un misterioso pueblo, cuyos habitantes no parecen muy dispuesta a ayudarla.
Hay un juego, o una forma de tortura más allá de la perversión. Virginia no es la única que busca un hijo, hay otras dos mujeres, y para llegar a la verdad, deberán eliminarse entre ellas.
De la Vega y los Bogliano nos proponen un entramado que se irá revelando por capas, con personajes que aparecen en el camino de nuestra protagonista; y el armado de este rompecabezas, necesitará de la colaboración atenta del espectador.
Ataúd Banco ofrece una propuesta que no da respiro, si bien todas las cartas no son presentadas en la primera mano; desde el inicio hay un exacto manejo del riesgo y los tiempos de una narración ligera para mantenernos atrapados con todo lo que va sucediendo.
Si hay algo que suele distinguir al cine de género en nuestro país, es cierta inclinación al humor cuasi paródico. No es el caso del cine de De la Vega, con excepción de Hermanos de Sangre, la cual es abiertamente una comedia – y de las mejores – no suele haber grandes espacios para la carcajada o el tono burlón; y Ataúd Blanco reafirma esa idea. Más allá de algún efecto digital que pudiera pulirse para un ojo muy exigente, todo está manejado con la mayor rigurosidad técnica y esmero por alcanzar estándares de buena calidad.
El elenco, que se completa con figuras de la talla de Eleonora Wexler, Rafael Ferro, Damián Dreizik (que viene redefiniéndose como una cara muy popular del cine de género reciente), Verónica Intile, y una aparición de Pablo Pinto para el festejo; responden todos a las exigencias del caso.
La entrega de Cardinalli y Wexler a sus papeles es absoluta, la lucha entre ambas, sumidas en la desesperación, son parte de lo mejor que tiene para ofrecer el relato. Se destaca también la carismática presencia de Fiorela Duranda, que, a su muy corta edad, desarrolla varios papeles no tan sencillos para una niña, y lo hace con gran convicción para con el público.
Ataúd Blanco es de esos platos que merecen ser saboreados; pero aquí el problema cuando entramos a un restaurante con menú fijo, de lo mejor que estamos comiendo un manjar, nos quitan el plato. Si algo hay que reprocharle a esta nueva película del director de La Muerte Conoce Tu Nombre es su cortísima duración, que apenas excede los límites para ser un largometraje (poco más de una hora). El último acto, el de las resoluciones, se apresura, y al espectador se le arrojan varias fichas del rompecabezas que deberá completar ya fuera de la sala; es por eso que se trata de un film que conviene dejar decantar y realizar un digno análisis posterior. Tan solo una última escena, un pequeño detalle que cierre el círculo de modo perfecto y hablaríamos de una obra suprema.
Con todo, con el punto acotado de su corta duración, Ataúd Blanco sigue siendo una propuesta de por más interesante, y un gran ejemplo de lo que se viene produciendo en nuestro país, desde abajo, y con temáticas que, hace no muchos años nos parecían impensadas. Disfrutar de la catarata de guiños y referencias, de un buen ritmo sostenido para el entretenimiento, y rubros técnicos que nada tienen que envidiarle a presupuesto mucho mayores; hacen que si al plato nos lo quitan antes de terminar de saborearlo, tengamos ganas de volver, repetirlo, y terminar de degustar esos sabores que antes nos quedaron en la olla. Sin dudarlo, hablamos de otro gran paso.