Ataúd Blanco: El Juego Diabólico

Crítica de Lisandro Liberatto - Alta Peli

No me iré sin mi hija.

Virginia (Julieta Cardinali) maneja por el interior del país con su pequeña Rebeca (Fiorela Duranda). Aunque no sabemos bien hacia donde se dirigen, suponemos que lo están haciendo desde hace horas. En el medio de la nada -pero siempre cerca de un cementerio- el auto sufre un desperfecto técnico y deben detenerse a un costado del camino. Es sólo una rueda pinchada que Virginia se dispone a cambiar pero así, como si de la nada apareciera, recibe la ayuda del misterioso Masón (Rafael Ferro). Un encuentro un tanto fortuito y singular a pesar del alma caritativa del extraño, pero una vez que el auto es reparado simplemente se dan las gracias y cada uno sigue su camino.

Cansadas y con hambre madre e hija se detienen en una estación de servicio en medio de la ruta, pero en un descuido de segundos la nena desaparece y Virginia entra en pánico. Junto con una maestra (Verónica Intile) que también acaba de perder misteriosamente a uno de sus alumnos, llegan a la conclusión de ambos fueron abducidos por un extraño en un camión que acaba de dejar la estación, por lo que Virginia se sube al auto y sin dudarlo se lanza a una persecución a toda velocidad. Cuando por fin logra acercase al camión y constatar que efectivamente su hija está secuestrada, se sale del camino y muere violentamente en un choque.

Lo que bien podría ser el triste final de una macabra historia, es apenas el comienzo de una todavía más macabra. Un marcado quiebre en el film que incluso De la Vega nos señala con un cambio en el formato de la imagen. Masón revive a Virginia y le informa que ahora es parte de un juego diabólico controlado por un misterioso culto, y si quiere ver nuevamente sana y salva a su hija deberá competir contra otras madres con su mismo dilema. Y deberá ganar, cueste lo que cueste, aunque eso signifique hacer cosas que nunca imaginó.

Pisando el acelerador:
El cine argentino de género, pero en particular el de terror, vive una suerte de primavera o destape luego de muchos año de ausencia en la gran pantalla. Esta liberación -que comenzó con producciones independientes y hoy muchas cuentan con el apoyo del INCAA- hizo que los realizadores apuesten cada vez más fuerte a historias ambiciosas y arriesgadas. Sin ir más lejos, sólo este año vimos el estreno de Naturaleza Muerta, el primer slasher vegano de la historia, y la comedia de terror fantástica El Muerto Cuenta su Historia, películas impensadas dentro del panorama nacional hace apenas una década atrás. Cada estreno parece redoblar la apuesta del anterior y será muy difícil para quienes tengan que seguir los pasos de Ataúd Blanco, ya que lejos de conformarse con ser una simple historia de terror, con cultos siniestros y madres que regresan de ultratumba, agrega a su mezcla una rápida y furiosa pizca de road movie setentosa, lo que la transforma en algo pocas veces visto dentro de nuestro cine.

Ataúd Blanco es una película que una vez que pisa el acelerador no se detiene hasta que los títulos están corriendo. Este juego diabólico obliga a Virginia -y al propio guión- a mantenerse en constante movimiento, por lo que aburrirse no es una opción. Persecuciones, decapitaciones, desmembramientos y sorpresas no aptas para corazones sensibles, son sólo algunos de los trucos que utiliza De la Vega para llevarnos hasta un inevitablemente cruel desenlace, ya que del grupo de tres mujeres que buscan a sus chicos (siendo Eleonora Wexler la tercera), sólo uno puede salir con vida.

Quedarán algunas preguntas sin responder en el camino; con una duración apenas superior a 70 minutos uno deja la sala algo confundido pero a la vez con ganas de saber más. Sólo podemos adivinar si esta fue la intención de De la Vega y sus guionistas Adrian y Ramiro García Bogliano, pero me resulta inevitable pensar que, la historia y algunos personajes -en especial el de Rafael Ferro-, se hubieran beneficiado con algo de información extra.

Conclusión:
Ataud Blanco es una realización verdaderamente impecable desde lo técnico y atrevida desde lo narrativo. Un viaje sobrenatural al lado más oscuro del ser humano, contado con todos los elementos que hacen a una buena película de género.