Atenas

Crítica de Ariel Abosch - El rincón del cinéfilo

Los que nacen y se crían en las villas sino tienen talento para jugar al fútbol y, en menor medida, para el boxeo, se encuentran atrapados y sin salida. Donde ni siquiera esos laberínticos pasillos internos, de tierra y barro, los pueden liberar.

Bajo esa consigna César González proyectó la filmación de esta ficción, pero con mucho aroma a documental. Porque tiene un hilo conductor que es la de Perséfone (Débora González), una veinteañera que sale a la calle luego de pasar más de cuatro años en prisión, no tiene familia, está sola, sin casa, trabajo, ni dinero. En una institución conoce Juana (Nazarena Moreno), una mujer un poco más grande que ella, que pasó por una situación similar y decide cobijarla en su humilde vivienda sin condicionamientos, sólo para ayudarla al verla totalmente desamparada.

De eso trata un poco esta película. De la marginalidad y la injusticia social que trae aparejada la solidaridad y amistad sin exigencias por parte de las personas que transitan esos momentos que el destino les dejó marcado y no lo pueden torcer.

Pese a que es un dúo el protagónico femenino participan muchos personajes que, de algún modo u otro, terminan vinculándose entre sí. Narrada con un ritmo parejo, decorada en el fondo con una suave música instrumental, podemos apreciar desde las entrañas de una villa cómo viven, cuál es su sistema de vida, que hacen con ella, para finalizar trabajando en tareas de bajo nivel o en el mundo del delito.

Son los excluidos por la sociedad. Los que no tienen ni pueden conseguir un trabajo formal por ser villeros. Los que se drogan o venden droga. Las que se prostituyen como un camino elegido u obligado. En definitiva, son los que hacen lo que pueden, como pueden, y también lo que se les permite hacer.

Estéticamente el director utiliza de vez en cuando la detención de una imagen, o el insert de un plano fijo de un rostro, como así también la ralentización de ciertas acciones, mientras los diálogos fluyen con normalidad.

El realizador coloca su impronta conformando un rasgo distinto a lo habitual durante la compaginación clásica de un film, que transmite la dureza, crueldad, abandono, pobreza, miseria, etc., pero que, a su modo, los habitantes del lugar no se resignan a interpretar el papel que les tocó en la sociedad, y por las buenas o por las malas intentan cambiarlo.