César González es una bienvenida anomalía dentro del cine argentino. Nacido y criado en una villa, su filmografía aborda cuestiones relacionadas con el día a día de los sectores más carenciados y olvidados de la sociedad. Problemáticas poco visibilizadas como la marginalidad, la discriminación y el mundo post-carcelario. González filma un mundo –su mundo– con urgencia y honestidad intelectual, metiéndose en la cultura villera sin un ápice de miserabilismo ni condescendencia.
Con indudables eco de la primera parte de la filmografía de José Celestino Campusano –incluyendo la disparidad de las interpretaciones de actores no profesionales y cierta dispersión narrativa-, Atenas es una nueva incursión en un realismo sucio, vaciado de estilizaciones.
La protagonista es una chica de 20 años que acaba de salir de la cárcel en libertad condicional. Sin familia ni amigos ni nadie que la contenga, arranca un largo peregrinar que culmina cuando otra mujer con una historia de vida similar le ofrece techo y comida.
A través del personaje principal, González muestra con brutalidad la trata de personas, el consumo de drogas y la lucha diaria por ganarse el mango de un sector importante y estigmatizado de la sociedad. Lo hace sin un ápice de morbo ni moralina, mostrando la villa como un organismo vivo y efervescente. Cine-despertador en estado puro.