El viejo y rendidor juego del gato y el ratón.
La decisión de hacer coincidir fechas reales con las ficcionales hizo que Atentado en París se estrenara en Francia un día antes del 14 de julio de este año –que será recordado en ese país como uno de los aniversarios de la Toma de la Bastilla más tristes de la historia (80 muertos y casi 300 heridos en el atentado de Niza)–, obligando a la distribuidora a levantar la película de cartel de inmediato. Conocida internacionalmente bajo varios títulos (Bastille Day en Francia y el Reino Unido, dos de sus países coproductores, The Take en los Estados Unidos), el film tampoco tuvo demasiado suerte con los críticos, que en líneas generales han visto en su relato de acción y suspenso un producto barato y poco original. Y que lo es, lo es, pero en algún punto a mucha honra: escrita y dirigida por James Watkins (La dama de negro), Atentado en París no pretende ofrecer más de lo que puede dar, y en esa falta de ambiciones –al menos hasta el clímax, que parece algo inflado y ciertamente poco creíble– encuentra un canal de conducto para sus módicos pero certeros placeres audiovisuales.
En París, un excelso carterista de origen estadounidense (el escocés Richard Madden, estrella de Game of Thrones) tiene la mala pata de robar un bolso con explosivos, que detona en pleno barrio de Belleville. Atrás del tipo salen a la caza tanto la seguridad francesa como un agente de la C.I.A. afincado en Europa (el británico Idris Elba, cuya agenda está cada vez más ocupada). La ingenua chica de los explosivos (una francesa interpretada por la québécois Charlotte Le Bon) escapa de sus perseguidores, un grupo de terroristas con varios secretos escondidos detrás de la fachada pública. Así dadas las cosas, y a pocos minutos de iniciada la trama, una suculenta persecución por los tejados –realizada a la vieja usanza, con dobles de riesgo, sin mucha manipulación digital– anticipa lo mejor del film: su insistencia en la velocidad y el movimiento. En el fondo, se trata de otra aliteración de la buddy movie, en este caso con forma de triángulo: a los muchachos se les sumará la chica en cuestión, que a pesar de su cara de terror demostrará ser de armas tomar.
Con las celebraciones del 14 de julio arruinadas por una precisa y calculada serie de eventos digitadas desde las sombras, los malos de la película terminarán siendo los menos pensados; en ese sentido, Atentado en París se cuida de no meterse demasiado con el espinoso tema del terrorismo contemporáneo. En el fondo, la película no es otra cosa que la enésima versión del viejo juego del gato y el ratón, con heroísmos a flor de piel que brotan en personajes empujados a circunstancias límite (el recuerdo de Duro de matar es inevitable, y por varias razones). Resumiendo: no hay nada demasiado estimulante o novedoso por aquí, pero el paquete es compacto y bastante más disfrutable que tanta producción onerosa con el pretenciósometro a punto de estallar por la presión.