Terror paranormal
Con Aterrados (2017), el realizador de cine de terror fantástico Demián Rugna se mete de lleno en el género, dejando de lado los atisbos de comedia paródica en las anteriores No sabés con quién estás hablando (2016) y Malditos sean! (2011). El resultado es un film de terror paranormal en el cual se destaca su factura técnica y particular protagonista.
En un barrio de casas bajas vive una pareja que escucha extraños ruidos en la noche. En una sucesión de eventos que no tiene nada que enviarle a los potentes comienzos de películas mainstream del género, se devela una presencia fantasmal de otra dimensión que ataca, enloquece y vuelve a la vida a los muertos del lugar. Pero ninguno de estos personajes se hace cargo del protagonismo de este relato hasta que aparece la investigación policial/científica detrás de los acontecimientos. Entonces aparece el Inspector de policía que personifica Maximiliano Ghione -en una mezcla entre Bruce Willis y Federico Luppi- con su grupo de científicos paranormales para resolver el misterio detrás de los crímenes.
A partir de ahí tenemos una suma de zombis, apariciones fantasmales y personajes al borde de la locura. Como es habitual en este tipo de relatos, el raciocinio se contrapone a los inexplicables sucesos, y hay que entrar en el orden de lo fantástico donde las explicaciones exceden la verosimilitud del relato
El dato de color lo agrega su personaje principal, el inspector de policía en inferioridad de condiciones, con problemas físicos y psicológicos que lo aquejan y hacen vulnerable a los múltiples episodios. El tipo tiene un argentinismo infundado en el timbre de voz para soltar puteadas en homenaje a Federico Luppi, mientras que juega al héroe trágico que sufre en cada escena por no estar “a la altura” de las circunstancias. Todo un personaje en sí mismo, cuyo registro actoral se destaca del resto, quienes componen personajes secundarios de menor mesura.
Aterrados tiene lo mejor en su trabajo técnico: la edición de sonido es fundamental para el desarrollo de climas y golpes de efectos muy bien logrados, la iluminación prefigura los espacios y cierra ideas acerca de los universos que conviven, mientras que el montaje maneja una precisión quirúrgica a la hora de elegir qué sí y que no mostrar. El despligue técnico suficiente para poner al cine de género nacional un escalón por encima de su marca habitual.