Es redundante hablar del crecimiento exponencial que el cine de género nacional viene gozando en la última década. No solo por las producciones sino también por la distribución y difusión de extrema importancia -como lo son el Buenos Aires Rojo Sangre o el Blood Window-, es que el cine de género ha pasado de ser cosa amateur a una forma de relatar concisa y seria. De la mano de un experimentado como Demián Rugna llega Aterrados que, a pesar de lo tendencioso y poco discreto de su título, quizás represente una de las propuestas más atractivas del terror nacional.