Charlize Theron dispara, golpea y ataca sin descanso en este filme de acción y suspenso del codirector de “John Wick”. La película, un thriller que transcurre en Berlín durante la caída del Muro, es más efectivo en sus escenas de combate y peleas que en el desarrollo de su trama de espionaje plagada de vueltas de tuerca.
David Leitch no será David Lynch pero, en una película codirigida con Chad Stahelski –la primera de la saga JOHN WICK, con Keanu Reeves– se ha convertido, a su manera, en una suerte de autor (ambos de hecho, ya que la secuela la dirigió solo Stahelski). O, al menos, un “autor vulgar”, desagradable término que se utiliza para celebrar a cineastas como Michael Bay o Paul W.S. Anderson que, en películas que nadie normalmente consideraría “de autor”, han desarrollado un estilo muy propio e identificable. Acaso Tony Scott sea el padrino de este curioso grupo. Lo más curioso de Leitch y de su ¿ex? socio, es que, antes de pasar detrás de cámara, eran dobles de riesgo y coordinadores de escenas de acción, lo que les da un plus especialmente en esa materia.
Y son esas escenas las que vuelven a la derivativa y ochentosa ATOMICA en una película no digamos atrapante pero sí atractiva, furiosa. Lo de furiosa viene, claro, por Charlize Theron (aclaro: Furiosa era el nombre de su personaje en la última MAD MAX), volviendo aquí al rubro cine de acción. Ella es una agente del MI6 que, durante los días previos a la caída del Muro de Berlín, debe realizar una operación de contraespionaje que parece sacada de una novela de John Le Carré pero transformada en un largo videoclip, lo cual transforma a la trama en algo extremadamente difícil –y casi innecesaria– de seguir, especialmente por las vueltas de la historia, traiciones y dobles traiciones.
Lo de la estética videoclipera no tiene que ver con la velocidad de los cortes sino más bien con la permanente musicalización (de grandes éxitos de fines de los ’80) de todas y cada una de las escenas, musicalización que intenta imprimir al filme de una energia constante y propulsiva. Pero Leitch –y esta es su especialidad– construye largas e intrincadas escenas de acción –más que nada de golpizas, piñas y patadas– que intentan dejar en claro que son lo más parecido a la “realidad” aunque no hay nada de real en ello.
Theron –luciendo sexy aún en las escenas más violentas, desnuda ya en la primera toma y con una amante (Sofia Boutella) igual de sexy que ella– es Lorraine, una especie de Bond femenino con un look a lo Debbie Harry (la cantante de Blondie) quien cuenta la historia via flashback a dos de sus jefes (Toby Jones y John Goodman). Esa historia incluye su viaje al Berlín caótico de 1989 a buscar una lista de agentes secretos del MI6 que habría pasado al Lado Oscuro de la Fuerza. Perdón, a villanos con acentos rusos y de Alemania del Este.
Su contacto allí es David Percival –James McAvoy en otra actuación hiperactiva–, infiltrado en el submundo hipster de Berlín Oriental. Hay un traidor llamado Satchel que no sabemos bien quién es y un ex-Stasi que quiere pasar a Occidente (Spyglass/Eddie Marsan) al que hay que proteger, pero mientras Berlín se va revolucionando cada vez más, la “rubia atómica” sigue en su búsqueda de la Lista. Allí también está la agente francesa (Sofia Boutella) con la que rápidamente Lorraine tiene sexo, aunque ambas desconfían una de otra. ¿Será ella quien la engañe? ¿O algún otro?
Finalmente, lo que atrapa, más que la enrevesada trama, son las escenas de combate, peleas y acción, especialmente una que tiene lugar en las escaleras y los pasillos de un viejo edificio y que parece estar hecha en una sola y larga toma (si hay cortes, están muy bien disimulados) y que está destinada a convertirse en una de esas clásicas escenas imitadas hasta el cansancio en otras películas. Sabiendo el impacto de las imágenes, Leitch decide por una vez, no musicalizarla. Y su efecto (y el ruido de sus golpes y gritos) es más efectivo. La escena se continua en una breve persecución callejera igualmente impactante (y luego en algo más que no revelaremos), pero allí sí ya con cortes y con A Flock of Seagulls en el soundtrack.
Uno podría decir que ATOMICA tiene un costado feminista al “empoderar” de esa manera a un personaje como el de Theron, que liquida a golpes de puño a villanos del Este de Europa del doble de su tamaño. Pero tal vez sea un poco excesivo considerarla así, ya que la película también la objetifica y fetichiza. Pero no vamos a entrar en esos detalles ahora. ATOMICA es una película de acción que se aprecia más por su furia e intensidad que por su excesivamente torcida trama, una que eventualmente solo parece ocupar el espacio y el tiempo entre las brutales escenas de lanzamiento de objetos, piñas y golpes de karate, allí donde Leitch muestra su verdadera maestría.