Como dispositivo al servicio del lucimiento de Charlize Theron, en plan Nikita, Atómica es de una eficacia abrumadora. Hay que verla caminar en desfile de moda, siempre sexy y letal, al ritmo de una banda sonoda de éxitos de los ochenta. Como espía, en la Berlín previa a la caída del muro, es lo más atractivo del mundo. Claro que eso, más que una buena película, es un buen clip sobre una mujer hermosa que ya demostró que es muy buena actriz. Lo demás es argumento confuso y peleas agotadoras, aunque bastante espectaculares en su violencia hacia el final para acompañarlas con un vodka a la salud de la rubia atómica.