El extranjero
“El barrio me gusta, y creo que ella tambien…” (El barrio, Manuel Moretti)
“Love it or leave it”, gritaba a los cuatro vientos Tom Cruise en Nacido el 4 de julio como proclama patriótica frente a los que no apoyaban la guerra de Vietnam, y así de excluyente parece ser el lema en The Town (apócope para Charlestown, ciudad de Boston y también título original de la película) y de quienes profesan esa especie de religión que es el barrio. Es que en The Town el barrio es casi un personaje más y es quien marca el destino de sus habitantes, los townies.
Ben Affleck (como ya se dijo hasta el hartazgo) es un director de impronta clásica. Sus personajes están definidos por sus acciones y son profesionales comprometidos en sus tareas. Como James Caan en Ladrón de Michael Mann (1981), Doug roba porque es lo que sabe hacer y porque es bueno haciéndolo. Los dos manejan los códigos locales, manejan a sus pandillas/familias, pero tienen moral y ambición. Doug, al igual que el personaje de Caan, quiere enderezar su vida, ya sea dejando el barrio o (en el caso de Caan) formando una familia, los dos tratan de redimirse y de ser mejores a través de una mujer.
Pero el espíritu de Michael Mann no circula solamente alrededor del personaje de Doug, sino de toda la película. Tanto Mann como Affleck retratan mundos sumamente masculinos en los que tipos duros y profesionales no pueden lidiar con sus vidas personales, con lo que les depara la cotidianeidad. Es justamente ahí donde radican las flaquezas de The Town, en la relación que establece el personaje de Affleck con el de Rebecca Hall (la mujer más hermosa del mundo según varios). Es como si el personaje de ella fuera simplemente funcional, una especie de agente externo que impulsa a Doug a dejar el barrio pero que carece de toda complejidad interior. Es la chica buena, eso se sabe, no creció en Charlestown y esto le acarrea llevar el mote de “toonies” (como contraposición a “townies”): es una extranjera en el barrio, y por eso es quien va a poner en jaque todas las reglas hasta ahora aceptadas, los códigos de lealtad.
Es que en algún punto, la verdadera historia de amor y traición es la de Doug con el barrio a través de su amigo/hermano Jem (Jeremy Renner, genial y completamente desquiciado), que lo ata a un mundo al que ya no quiere pertenecer. Esa relación cargada de pasado entre ambos personajes (junto a la de Doug con su Boston natal) constituye el verdadero motor de la acción que se desarrolla en The Town. Y es justamente en las escenas de acción donde Affleck más se luce como director. Desde las persecuciones de coches que remiten al cine de John Frankenheimer (Affleck admitió en una entrevista la influencia de Ronin a la hora de situar las cámaras cerca de los conductores y filmar con planos cerrados, para lograr que la acción sea mas íntima) hasta en las escenas de tiroteos, nunca se deja de entender perfectamente dónde está ubicado cada personaje dentro de la secuencia. Es justamente en la última gran escena de acción, luego del último robo (el que le permitiría a Doug liberarse finalmente de su pasado y comenzar una nueva vida) cuando al ser rodeado por la policía y el FBI ya no le queda otra opción que ser espectador de la caída de los que alguna vez fueron su familia. Es que abandonar el nido y olvidar nuestro pasado no es fácil y siempre traerá consecuencias, parece decirnos Affleck, generando así una sensación de amargura que ronda toda la película, y que ni el edulcorado plano final puede evitar.