Confirmación de un buen director
Convencional pero intensa, The town confirma la capacidad de Ben Affleck (1972, Berkeley, EEUU) como director, después de Desapareció una noche (2007), sórdido drama con el que llamó la atención tres años atrás. Abona, de esta manera, cierta tradición de los actores de Hollywood de revelarse idóneos (y a veces perspicaces) como realizadores, agregándose a una lista en la que figuran desde Robert Redford y Al Pacino hasta Sean Penn.
En The town, además de director y co-guionista, Affleck encarna a Doug, el líder de un grupo de ladrones de bancos en el barrio obrero de Charlestown, en Boston. Con trazo melodramático, los guionistas hacen que se enamore de una joven después que ésta ha sido tomada como rehén en uno de los asaltos (aunque Atracción peligrosa suene vulgar como título en castellano, no resulta desatinado respecto a lo que ocurre en la película). Cuesta tomar en serio la rapidez con la que avanza esta relación, y ni hablar de algunos diálogos o de la esquemática caracterización de la pareja: si ella demuestra a cada paso que es buena y sufrida, a él no le falta ninguna de las condiciones previsibles en un héroe romántico (es rudo pero sensible, pendenciero pero buen amigo, disputado por las mujeres, violento pero con intenciones de salir del mundo del delito).
Sin embargo, a pesar de su trivialidad argumental, el film tiene méritos poco frecuentes en el cine contemporáneo. Así como los thrillers actuales suelen nutrirse de una abrumadora parafernalia tecnológica, absorbiendo la estética de los videogames y cubriendo baches narrativos con explosiones y efectos digitales, The town está cerca del buen cine de acción de los años ’70.
Por un lado, no está adornado con ambientes sofisticados sino que respira clima de barrio, con sus bares, lavanderías, clubes con chicos y callejones angostos. Por otro, con excepción de la pareja central (irrita la inexpresividad de Affleck en escenas en las que su personaje atraviesa momentos difíciles, mientras que Rebecca Hall sonríe histéricamente casi todo el tiempo), hay buenos actores en roles secundarios, empezando por Jeremy Renner, nominado al Oscar este año por Vivir al límite, y siguiendo con Jon Hamm, Pete Postlethwaite y Chris Cooper. Además, a cierta crudeza en los diálogos se suman secuencias de persecuciones y balaceras impecablemente resueltas, en las que diversos elementos (gestos, miradas, movimientos, música, algún silencio imprevisto) se combinan admirablemente, logrando un nivel de tensión pocas veces conseguido en el cine reciente.
Por estos atributos se ha relacionado a The town con el cine de Martin Scorsese, aunque también parece afín a la obra de James Gray (La traición, Los dueños de la noche) e incluso de Kathrlyn Bigelow (los asaltos del grupo camuflado con máscaras recuerda a Punto límite, los enfrentamientos con la policía en plena calle tienen la fuerza de los de Testigo fatal).
Igualmente encomiable es el hecho de que, en los últimos minutos –trayendo a la memoria el hermoso desenlace de Sueños de libertad (1994, Frank Darabont)–, no triunfe la ley sino el afecto hacia los protagonistas.