Historia de dos ciudades
Si bien el insípido rótulo local del filme sugiere lo contrario –su contrastante título original es The town, “la ciudad”–, hay que reconocer que Atracción peligrosa se despega de los blockbusters mediocres para acercarse más al policial “de autor”: aquel que hoy representan pesos pesados como Michael Mann y directores en acenso como James Gray.
Y la mención del director no es gratuita, porque el responsable de Atracción peligrosa no es otro que Ben Affleck, quien ya había demostrado un talento inusual como realizador en Desapareció una noche (2007). En este nuevo acierto, Affleck (quien también actúa), se aleja del thriller turbio para adentrarse en las persecuciones vertiginosas del policial, casi con igual virtuosismo.
Y la verdad que este segundo filme de Affleck convence más cuando es The town que cuando es Atracción peligrosa: el retrato de la gangsteril comunidad irlandesa afincada en el barrio de Charlestown, con sus dramas familiares y rígidas lealtades, junto a los impactantes asaltos que ésta perpetra en Boston (y de allí las dos “ciudades” aludidas en el título, la metrópolis ostentosa y el suburbio criminal), se imponen por sobre la titubeante historia de amor que hace de contrapunto de todo el drama antes descripto.
En ese sentido, destacan las actuaciones secundarias de los emblemas de cada “ciudad”: Jeremy Renner (Vivir al límite), es el inquebrantable asaltante de bancos que mantiene a Doug McRay (Affleck) en la vía del crimen, y lo hace como inequívoca entrega al barrio, a la “familia”; en la esquina opuesta está el agente Adam Frawley (Jonh Hamm, el Don Draper de la serie Mad Men), quien al igual que el gélido y altruista Christian Bale de Enemigos públicos, se pone el FBI al hombro para acabar de una vez con tanto crimen organizado (y con McRay, su acérrimo archienemigo).
El pálido romance entre Claire Keesey (Rebecca Hall), una gerente de banco, y McRay (que primero la toma como rehén y después la persigue hasta enamorarse, al punto que su carrera criminal entra en crisis) le da aire fresco al filme a la vez que lo llena de lugares comunes; los mismos que éste intenta esquivar casi con la misma perseverancia y sagacidad con la que la pandilla irlandesa asalta los lujosos bancos bostonianos.