La ciudad de los clichés
Atracción peligrosa (título tan imaginativo como el original en inglés) arranca más que bien. Trae rápidos recuerdos de algunos policiales recientes (y buenos) como Los infiltrados de Scorsese, El plan perfecto de Spike Lee, y algunos clásicos del cine policial "sucio" que transcurre en calles con un alto índice de criminalidad. Charlestown es la ciudad donde se desarrolla toda la historia, donde el jefe de un equipo de asaltadores de bancos se enamora de su rehén. Ahora, ustedes pueden pensar que esta relación ya la vieron varias veces (sean o no ávidos espectadores de cine) y podrían tratar de adivinar, con razón, qué es lo que va a pasar durante el resto de la película. Y no se van a equivocar.
Eufemismos de la crítica local (e internacional) se usan para hablar del segundo largometraje del actor de Pearl Harbor (aquel papelón, mínimo, de Michael Bay). Algunos dicen que Affleck es un director "clásico" como Eastwood. Ese "clásico" podría significar que a Affleck no se le ocurre ninguna idea nueva, y por eso copia (con buen ritmo y pulso, hay que decir) a grandes maestros del género como los antes mencionados. Como hay varias secuencias (o 2, para se exactos) de robos a bancos, no pueden faltar las menciones a Michael Mann (el director de Fuego contra fuego y Colateral). Aunque desbordan espectacularidad, y Affleck filma bien (la acción se entiende, es prolija) ninguna secuencia me impresionó, digamos, como el robo al banco de Fuego contra fuego. Está bien: muy pocas películas pueden lograr eso. Habría que aclarar que si uno se siente cómodo en esta ciudad de lugares comunes, va a disfrutar mucho más Atracción peligrosa. No es una mala película, y hay mucho talento en ella. Desde la fotografía de Robert Elswit (ganador del Oscar por Petróleo sangriento) hasta el elenco, donde todos están más que bien (bueno... Affleck es mejor detrás que delante de las cámaras). Pero incluso allí hay problemas. Hey, entre las menciones, me olvidé de los "homenajes" a Punto límite, la película de acción de Kathryn Bigelow con los asaltantes enmascarados.
Rebecca Hall (la mujer de David Frost en Frost/Nixon) sin dudas es lindísima, pero su relación con Affleck (ella es la rehén, Affleck es el líder del grupo de criminales) está forzada. En ningún momento recibí el impacto emocional que flechó a Doug MacRay (así se llama el protagonista) para quedar enamorado. Plus: hay una secuencia cliché -cliché del cliché- donde Doug decide ir a darle una paliza al bravucón que se mete con su chica. Momento: ¿un ladrón que asaltó un banco mantiene una relación con la única persona que podría identificarlos? Sí, porque Doug es bueno, busca la redención, etcétera. Cuidado: también está el reo James Coughlin (Jeremy Reener de The hurt locker, el mejor actor de la película) que es el ladrón malo, o rebelde. Como sea, se supone que deberíamos sentir algo de simpatía por ambos. El verdadero villano (o mejor dicho, en inglés, asshole) es el detective del FBI, que no deja que los buenos muchachos se diviertan.
Hubiese sido mejor que Affleck convirtiera a este detective en un ser despreciable, así por lo menos resulta más fácil identificarse (o querer) a los ladrones. Pero no: lo que hace el agente es simplemente su trabajo, y sin embargo, debe apreciar a Doug, porque, en su historial de pobre angelito, no tiene ningún muerto. El otro, James, sí, porque ese es el malo (o mejor dicho: el "rebelde"). No sólo hay problemas en el desarrollo, sino también en la ética de la historia.
Ustedes ya saben: si les gusta viajar por lugares que conocen hasta el hartazgo, visiten Charlestown en Atracción peligrosa. A mí, en cambio, me gusta disfrutar de lugares nuevos cada tanto. Y si viajo a los lugares que conozco, me gusta que al menos sean memorables. El resto es efímero.