Cuando el humor sobra
Es irónico. Por fin se realiza un film noir con actores argentinos que tiene una historia que justifica, la estética, el tono, los personajes de los mejores policiales negros nacionales de la década del ’50. Aquellos que realizaban Hugo Fregonese o Kurt Land como Apenas un Delincuente o El Asalto. Por fin se recupera la tradición noir, con una trama histórica tan absurda que podría ser real. Por fin, Guillermo Francella puede demostrar que es un gran actor dramático y puede ser un protagonista serio, profundo, creíble.
Si ¡Atraco! tenía todos los motivos para ser un gran policial, provocando olvidar el bodrio que fue La Señal de Ricardo Darín, rememorando el tono romántico-épico que Eduardo Mignona supo construir en La Fuga… entonces, ¿por qué si la película tendría los condimentos necesarios para convertirse en un éxito asegurado, tenían que meterlo a Nicolás Cabré interpretando un personaje cómico?
Parece que Eduard Cortés y los demás productores no confiaban que podría funcionar bien el film sin una cara bonita, y una dosis de humor contemporáneo. El efecto termina siendo contraproducente. Cabré, su personaje y los momentos cómicos, perjudican una historia bastante atrapante.
1955. Perón está en Panamá. Uno de sus secretarios, Landa (maravilloso y soberbio Daniel Fanego) pretende empeñar los joyas de Evita para conseguir el dinero suficiente para que el General pueda establecerse en Madrid. Sin embargo, Franco no quiere que un presidente exiliado viva a su gusto en España. Landa no se rinde. Ya ha empeñado las joyas y hará lo posible para que Perón se quede en Madrid. Al mismo tiempo, se entera que en la joyería donde hizo el empeño acude Doña Carmen, esposa de Franco y exige las joyas de Evita. Landa y el dueño de la joyería planean un falso robo para sacar las joyas de España antes que Doña Carmen se las lleve. Para eso manda a un ex guardaespaldas y un joven actor desempleado para que cometan el “atraco”.
Cortés logra hacer una exacta reconstrucción de época y ayudado por la fotografía de David Omedes, genera climas líricos. El problema es el tono de las actuaciones que afecta a todo el relato. Lo que empieza siendo una comedia negra sobre una pareja despareja que debe robar una joyería (Francella es meticuloso, serio, experto; Cabré es tonto e inocente) deriva a un policial hecho y derecho, con un chica en el medio (Amaia Salamanca, basta sólida), que si bien no funciona en el rol de femme fatale, termina siendo el talón de Aquiles de uno de los personajes, para terminar en un melodrama previsible. Aún así, el salto de género es evolutivo y la película tiene ritmo, ya que cuando la participación de los ladrones se agota, pasamos a conocer a dos detectives (Martínez y Jaenada) que funcionan como espejo de la pareja que conforman Francella y Cabré. La relación padre-hijo/veterano-discípulo funciona mejor en el segundo caso que en el primero, porque el tono interpretativo y la química se da en forma más natural. Por el lado argentino, en cambio, Cabré parece salido de una comedia televisiva. Esto no es culpa del actor, que se esmera un poco por estar más contenido y expresivo que en otras películas, pero sí de la dirección de actores o de las intenciones de los productores que buscan con su presencia y “gracia” enganchar a la audiencia femenina. El contraste es Francella, que sí consigue salirse del rol del comediante. La madurez del protagonista ya se había visto en El Secreto de sus Ojos y acá se confirma. Francella puede ser dramático y carismático al mismo tiempo, adaptándose al momento histórico que vive el personaje.
Más allá de esto, no se trata de un producto mediocre. Hay buen ritmo, el suspenso está dosificado, se genera tensión. Podría crecer un poco más sobre el final y ser menos melancólico, pero igualmente el efecto funciona. Apoyado en la banda sonora de Federico Jusid, se genera un tono sentimental, romántico, empático con los personajes, sin llegar al desborde.
Pero sino fuera por el mal uso del humor y la fallida elección de Nicolás Cabré interpretando a… Nicolás Cabré, estaríamos hablando de un film mucho mejor, que haría justicia a la historia del cine policial nacional.