John Carpenter es uno de los mayores cineastas de todos los tiempos. Tiene la desgracia de dedicarse a un género como el terror, al que solo ocasionalmente se toma en serio. A pesar de ello, su obra es metafórica y directa, y sus temas son el heroísmo grupal, la lucha física que traduce un combate moral, la necesidad de seguir peleando siempre contra un Mal (que a veces, como en “Sobreviven”, es directamente político) que no deja de estar presente. “Atrapada” parece lo que no es: un film donde un grupo de mujeres encerradas en un manicomio es asesinada una a una por un fantasma. Allí hay raros experimentos, secretos terroríficos y golpes de efecto. Pero lo que Carpenter en realidad cuenta es que el Mal ya está en nosotros, que no hace falta lo sobrenatural para explicarlo. Que estamos alienados, y que el golpe de efecto no es más que la mala costumbre del cine. Sí, es también un film sobre el cine y sobre cómo nos hemos acostumbrado tanto a los horrores artificiales que el verdadero horror pasa inadvertido. Aquí hay una heroína que, como la Alicia de Lewis Carroll, atraviesa el espejo de la locura para tratar de recomponer –literalmente– un mundo. Carpenter maneja el clima como nadie, traduce la fantasmagoría al puro combate físico y, en el final, con la apelación a la resistencia y la lucha contra la mansedumbre que propone la ciencia o el Estado, genera el plano final más feliz –y a contrapelo– del cine en años. No se deje engañar: es un gran film.