Atrapada

Crítica de Roger Koza - La Voz del Interior

LA FUENTE DEL TERROR

Puede que la última película de Carpenter no esté entre sus mejores títulos, pero una mirada atenta podrá descubrir la consistencia formal y temática del film, coherente con la totalidad de su obra.

“En Francia, soy un autor. En Alemania, soy un realizador. En el Reino Unido, soy un director de cine de terror. Y en EE.UU., soy un vagabundo”. Con esta cita comienza “Movie American Classic”, un ensayo de Kent Jones sobre el cine de John Carpenter en su libro La evidencia física. Es difícil saber quién es Carpenter en Argentina. Para los cinéfilos, uno de los grandes directores del cine norteamericano; para los aficionados, el director de Halloween, Vampiros, Están vivos.

Lo cierto es que el espectador ocasional de Atrapada, filme que marca el regreso de Carpenter después de una década, puede pensar que se trata de una de las tantas películas de terror que se manufacturan en el país de las hamburguesas. ¿Otra maldita película para adolescentes iletrados? Pero ya los créditos iniciales indican una propuesta inteligente: a través de dibujos y fotografías partidos como si se tratara de fragmentos de un vidrio destrozado, una suerte de historia breve del nacimiento de la locura y sus tratamientos históricos pasa ante nuestros ojos. Esto no es El juego del miedo, es decir, una lobotomía por otros medios.

Kristen (Amber Heard) está confinada en un hospital psiquiátrico. Es 1966. Su semblante no comunica demencia, y su comportamiento jamás será equivalente al de una psicótica perdida en un mundo en el que la razón ha perdido su eficiencia. El único dato inicial (y final) es que la heroína ha incendiado una casa. Que Kristen no deje de ver a un fantasma femenino, quizás una paciente, capaz de asesinar no sólo a ella sino a todas sus compañeras de encierro es precisamente lo que el psiquiatra y sus colaboradores no ven. Carpenter sacará provecho de esa distancia perceptiva, e indirectamente, desde ese hiato infranqueable para los supuestos sanadores y sujetos de saber, construirá su relato y el punto de vista de la película.

Entre el terror y el misterio de la psiquis, Atrapada crece paulatinamente en dos frentes: el espectro de Alice, alguna vez una interna del manicomio, va tomando protagonismo hasta una lucha cuerpo a cuerpo con Kristen, cuyos intentos de escape siempre se ven malogrados; a su vez, los métodos reduccionistas del Doctor Freud de la clínica son esclarecidos: pastillas y electroshock; escuchar al paciente es para terapeutas débiles.

La elegancia de Carpenter es ostensible: los travellings hacia adelante y hacia atrás anticipan una perspectiva, los encuadres en contrapicado del edificio levantan sospechas sobre la institución, la anamorfosis de algunos planos simula la distorsión perceptiva de Kristen bajo el efecto de los sedantes, las elipsis están ajustadas a una revelación final. Los temas de Carpenter están presentes: una minoría se enfrenta a una institución, y luchan contra un mal difuso pero presente.

El viejo maestro responsable de La cosa y 1997: Rescate en Nueva York, que aquí ni escribió el guión ni compuso la banda de sonido, vuelve con un filme menor, pero no por ello renuncia a sus convicciones. Aquí se postula que el terror no es un fenómeno exterior: nace en las sinapsis indescifrables de nuestro órgano pensante. Y está ese fugaz plano final, que, discretamente, funciona como una impugnación necesaria del saber médico.