Carpenter, su cámara y la vigencia de un artista
Desde aquel memorable plano secuencia que da inicio a Halloween pasando por obras maestras como The Fog o The Thing, John Carpenter a demostrado en incontables ocasiones ser poseedor de un conocimiento acabado de todos los recursos que ofrece una cámara. Esto probablemente no sea una novedad, salvo para algunos fundamentalistas quienes consideran que un género bastardo como el terror, termina con el último pochoclo.
¿Pero cómo culparlos? De un tiempo a esta parte, el terror ha sido testigo de bodrios de renombre que probablemente sean los únicos culpables de que un gran director, detrás de una producción de ese género sea subestimado.
Lo cierto es que John Carpenter está de vuelta y en apenas 80 minutos -y un presupuesto mucho menor al que suelen utilizar directores falopa como Zack Snyder, por citar alguno- da una clase práctica de dirección, guión y narración audiovisual.
Sin ser una película descollante, The Ward (Atrapada) es básicamente un manual de uso de cómo dirigir una película. La utilización de un sinfín de planos -en ningún momento antojadizos- y funcionales a la narración es deliciosa, así como los pasajes que abren la historia, en los que con una cámara en movimiento el director demuestra porque es un cineasta enorme.
La discusión, probablemente se abra a la película como un todo, cuestionando la historia -interesante sin ser necesariamente original- la ambientación y las jóvenes actrices, que sin deslumbrar embellecen la pantalla y acompañan el pulso de la historia. En ese afán, bien podríamos destacar que la cinta recuerda demasiado a dos muy buenos largometrajes de James Mangold, como Identity y Girl, Interrupted, pero francamente, ante una pieza de dirección tan lograda, todo estos aspectos que en otro momento quizás podríamos blandir como sólidos argumentos, ahora no son más que una mera anécdota.
Es por eso que si tuviese que ponerle un puntaje a esta película, sin dudas, le pondría un diez, puntaje exagerado, pero que oficiaría como un acto de justicia.
Simplemente porque Carpenter merece ese reconocimiento, por seguir demostrando -aunque ahora cada vez más esporádicamente- ser un tremendo cineasta.