Carretera pérdida
Pocas películas van tan a fondo con la quintaesencia del porteño como AU3 (Autopista Central). El opus dos de Alejandro Hartmann narra una auténtica tragicomedia valiéndose de una historia tan curiosa como bochornosa: la autopista del título.
Concebida por el gobierno de facto de Osvaldo Cacciatore a finales de los 70, su traza abarcaba desde el barrio de Saavedra hasta Nueva Pompeya y partía en dos a la capital, concretando una división tácita entre ambos extremos de la Capital Federal. La por entonces Municipalidad expropió miles de inmuebles y derribó otros cientos, hasta que los aires democráticos detuvieron su construcción. Sin techo, olvidados por el Estado, las familias desamparadas se reinstalaron en las mismas que habían cedido a precios usureros unos años atrás.
Ex vecino de Villa Urquiza, Hartmann recapitula la historia de este particular emprendimiento dándole espacio tanto a quienes usurparon los terrenos como a los vecinos que se quejan por el “afeamiento” del barrio, mostrando que la AU3 es más que el reflejo de las ínfulas primermundistas del Proceso Militar –aspecto que la transforma en una excelente interlocutora de Construcción de una ciudad, de Néstor Frenkel-, sino que mide la temperatura del ensimismamiento inherente al chauvinismo barrial.
Estrenada en la última edición del Festival de Mar del Plata, la película que el director había concebido era distinta, basándose en los huecos y casas vacías que operaban como mudos testigos de la aventura militar. Pero el rodaje empezó en 2008, justo cuando llegaron las grúas dispuestas a devorarse todo el cemento a su disposición. Lejos de entorpecer el proyecto, las enormes moles metálicas saciando su apetito ilustran las imágenes más potentes y cinematográficas del año.