Sueños elementales.
Dos exilios atravesaron casi toda la vida de Alfredo Zitarrosa, artista uruguayo que primero buscó a su tierra en Buenos Aires en plena época de dictaduras militares y listas negras. Dos destierros, el del propio país y el de sus canciones prohibidas.
Desde la voz del poeta y el silbido que se cuela entre las cintas de casete que Zitarrosa dejó a sus hijas como si de alguna manera presagiara que ellas debían contar su historia una vez que él no estuviese para hacerlo, lo primero que se puede percibir es esa tristeza inconmensurable de no estar presente en su suelo, repleto de las injusticias sociales que aquejaban a ese mundo que dista muy poco del presente, al espejismo de la revolución castrista que Zitarrosa abrazaba y utilizaba como punta de lanza de su convicción política.
Escucharlo con atención es un ejercicio de memorabilia necesario porque desde su relato en la lejanía; de los tantos exilios en Argentina, México y España, se aprende y aprehende otra historia. Incluso la propuesta de Melina Terribili hace hincapié en aquel exilio no forzado luego de haber vuelto esperanzado al Uruguay democrático, que tras el consuelo de ganar el gobierno sucumbió a los vicios del poder de siempre y por ende la balanza siguió pesada y no equitativa como prometía el momento histórico, ni tampoco se logró la tan ansiada justicia con la puesta en marcha de una ley de amnistía para aquellos que habían cometido crímenes de lesa humanidad, suficientes derrotas acumuladas en pocos años y tantas mudanzas para aquellos que siempre luchaban como Zitarrosa por sueños elementales.
La directora Melina Terribili genera desde su propuesta Ausencia de mí un dispositivo de la memoria que busca recrear en la idea de exilio su horizonte y encontrar en el protagonismo de uno de los exiliados latinoamericanos más importantes de la historia el testimonio desgarrador de un habitante sensible para un mundo completamente cínico.
La selección de fotografías intercaladas con la cadencia cansina de Alfredo Zitarrosa es un espacio que parece no necesitar del tiempo para que la poesía fluya y acompañe el paso de la historia gris, aunque el cielo y los pájaros que acompañaban al poeta en sus destierros y encierros cuando carecía de sus árboles, su gente, su país, su historia no alcanzaban a llenar ese vacío en el corazón. Y todo eso en el revoltijo de los objetos, las letras, los silencios, le dan cuerpo y alma en un sentido y conmovedor homenaje a un verdadero artista que desde su guitarra y su voz pintó al Uruguay de la tristeza y la pobreza como pocos.