Pocas veces se presenta una oportunidad de asomarse a la intimidad de un genio como la que ofrece Ausencia de mí. La mujer y las hijas de Alfredo Zitarrosa conservaron el archivo del cantor: en 2014, a 25 años de su muerte, le entregaron al Estado uruguayo la custodia de ese material invaluable. De ese tesoro surge este documental, que cuenta a través de grabaciones, filmaciones y cartas inéditas, el periodo 1974-1986 en la vida de Zitarrosa: sus años en el exilio durante la dictadura militar y su regreso al Uruguay con el restablecimiento de la democracia.
Hay aquí un gran trabajo de selección para mostrar al gran cantor uruguayo en sus distintas facetas, y siempre en sus propias palabras. Cada una de sus definiciones, con esa voz de uruguayísima gravedad, es de una claridad asombrosa; como si cada frase y cada acto, hasta los más cotidianos, fueran una toma de posición.
Aparece, desde ya, la figura del cantor comprometido: “La canción, diga lo que diga, como toda obra de arte se trata de un acto de amor. En el caso de la canción testimonial, de amor a la justicia, al hombre, a la verdad. Yo aspiro a no morirme antes de que el continente sea socialista”. Pero también lo vemos y escuchamos en su rol de padre, marido, amigo: jugando a las cartas, compartiendo un asado, zambulléndose en el mar, hablando al pasar de su lucha contra el alcoholismo.
Lejos del Uruguay, Zitarrosa es, ante todo, un hombre dolido, quien hasta ha perdido la inspiración para componer pero no la lucidez para pensarse a sí mismo (se define como “un producto típico” del “Uruguay democrático, la Suiza de América”) y a su país. Un país que lo recibió como un héroe a su regreso, pero cuya decadencia socioeconómica post dictadura le amargó sus últimos años.