Una película de misterio y terror de producción ultraindependiente y de bajísimo presupuesto, en parte financiada mediante Kickstarter. Y que se estrena comercialmente. Y que tiene unas cuantas virtudes. El comienzo es un buen ejemplo de su habilidad narrativa, de su pericia: por las calles de esos suburbios americanos que ya son un paisaje, un mundo de reconocimiento inmediato, una mujer despega carteles ya ajados, carteles de búsqueda de una persona desaparecida. Y pega nuevos, iguales a los otros, pero flamantes. Lo hace con la habilidad de quien está haciendo algo que ya hizo varias veces. Entendemos, entonces, que esa persona buscada está desaparecida desde hace mucho tiempo. El plano se abre y vemos que la mujer está embarazada. Información concentrada y bien dispuesta, económica, contundente.
Luego nos enteraremos de que ese hombre es (o era) su marido, que desapareció hace siete años. Ese hijo que carga la mujer, entonces, es de otro hombre. Y llega la hermana de la mujer, más joven, hermosa (Katie Parker, una belleza que en un cine menos obsesionado por las Megan Fox podría tener un lugar importante), también con un pasado complicado. En las cercanías de la casa hay un túnel que la hermana recién llegada cruza al correr a la mañana. Allí tiene un encuentro ominoso, real, concreto, desconcertante (hay aquí y allá algunos parentescos leves con Mimic, de Guillermo del Toro). La embarazada está en los trámites finales para declarar a su marido muerto en ausencia y tiene alucinaciones que se materializan en la película, con algo de inicial facilismo para asustar, pero que luego se integran hasta llegar a una muy buena idea que es mejor no revelar.
En su primer segmento, Ausencia amplía los alcances del misterio y de las desapariciones hasta llegar a la posibilidad de horizontes narrativos con alcances míticos a partir de miedos atávicos. Y ahí es donde pierde parcialmente el foco, en donde por más pericia y habilidad que muestre no está del todo a la altura requerida por el planteo, y no porque caiga en chapucerías, sino porque ese posible alcance no es acompañado o alentado con una aceleración del ritmo o con una mayor grandeza y claridad de las peripecias: los personajes se empantanan (no los actores, eficaces y sobrios), la película no tiene mucho más para ofrecer que lo ya planteado y así comienza a repetir las situaciones.
Al no profundizar ni hacer explícito lo monstruoso, tal vez por el apuntado bajo presupuesto, logra algunas soluciones ingeniosas mediante montaje y/o fuera de campo. El ingenio y la terminación prolija y cuidada, sin embargo, le ponen como techo ser una película digna, una módica sorpresa, un encomiable esfuerzo que por planteo y nobleza narrativa pedía desatar todas sus posibilidades de impacto, todos sus alcances profundos para convertirse en algo grande, o al menos en un relato que explotara todas sus promesas iniciales de diversión y distracción.