El verdadero terror es aburrirse
Leo algunas críticas de los medios argentinos hablando de Ausencia, muchos elogios y optimismo. En alguna parte hasta llego a leer: “el cine de terror está pasando por su mejor momento”. Todo esto me hace reflexionar algunas cosas que, a usted como lector de FANCINEMA que quiere saber qué ir a ver, no le van a importar. La semana pasada se estrenó Posesión infernal, remake de la mítica Evil dead, que creo tan sólo va a funcionar como oasis en medio de un panorama amargo en cuanto a la producción de cine de terror que, como siempre, intenta reinventarse y encontrar su próximo filo. Ausencia demuestra que el género sigue en una crisis de ideas bastante profunda, ya que falla de principio a fin en casi todos los rubros, y la podemos calificar de, al menos, olvidable.
Está claro, estamos ante una película de muy bajo presupuesto, digamos independiente. Subrayo esto porque al parecer es muy importante para despertar la indulgencia del espectador. A mí mucho no me importa, la falta de presupuesto sólo justifica un porcentaje de las fallas. Grandes películas se han hecho con presupuestos irrisorios, pero ejemplificaré sin pretensiones: la reina de las películas de bajo presupuesto El proyecto Blair Witch (aclaro que en mi criterio está muy sobrevalorada), contenía muchas más ideas y construía mucho mejor los climas que este artefacto poco simpático de Mike Flanagan.
Desde el prólogo esta película huele a bodrio, y despliega de inmediato una subtrama al mejor estilo indie, o sea, además del misterio que promete ser aterrador está allí el glorioso drama familiar. Después de mostrarnos un túnel peatonal súper-misterioso conocemos a Tricia, interpretada por Courtney Bell (una versión rellenita de Alyson Hannigan), una chica cuyo marido ha desaparecido hace siete años y está a punto de declararlo legalmente muerto. También conocemos a Callie (Katie Parker), hermana de Tricia que al parecer tiene un problema de adicción y se ha refugiado en la religión. Las actuaciones de ambas son malas, poco creíbles y es imposible tener empatía con ninguno de los dos personajes. Pero el que está peor de todos es Dave Levine, que interpreta al detective Ryan Mallory, personaje que tiene un romance con Tricia y la intenta convencer de que declare muerto al marido.
Entre esos conflictos medio pelo y los personajes estereotipados deambula un buen rato la película de Flanagan, y cuando ya es demasiado tarde como para que nos importe reaparece andrajoso y medio perdido Daniel, el marido de Tricia, justo cuando Mallory la había convencido de declararlo muerto. Qué pena por él y también por nosotros, que nos damos cuenta que falta un montón para que termine esta cosa.
Entonces tenemos a partir de allí las indecisiones del director, guionista y montajista, que dan como resultado una falta de solidez notable. Hay climas de suspenso mal construido, un bicho invisible que persigue a los personajes y el bendito marido que es incapaz de decirnos dónde estuvo y qué le pasó. Como esos personajes de Lovecraft que se encuentran con la peor de sus pesadillas y dicen que lo que vieron es inenarrable, indecible y nos dejan con las ganas.
Todavía no me explico las buenas críticas que recibe esta película que sin dudas es una de las peores del género este año, y ahora que la evoco para juzgarla me doy cuenta que incluso recordarla es pura amargura.